Revista Cactus Cactus 37 | Page 26

Cactus actores no profesionales a los que va descubriendo el guion durante el mismo rodaje, para lograr reacciones fuera de su control tratando de atrapar entre ambos ese instante único con la cámara. Así nos muestra su visión del mundo a través de unos personajes que luchan constantemente por seguir adelante y sobrevivir en lugares desfavorecidos, relegados a habitar en los márgenes de la sociedad, abandonados. Red Road (2006) está protagonizada por Jackie, una mujer que ya no es capaz de formar parte de la vida al otro lado de las pantallas que vigila en su trabajo, obsesionada con un edificio de apartamentos para exconvictos; Mia, en Fish Tank (2009), necesita huir de la realidad sofocante y carente de oportunidades que habita con su madre y su hermana en un complejo de viviendas sociales; también el Heathcliff de Emily Brontë observa, en Cumbres borrascosas (2011), un mundo al que nunca podrá pertenecer y que le condena a la exclusión por su procedencia y su color de piel; incluso Star, en American Honey (2016), se marcha sin pensárselo dos veces con un grupo de estadounidenses sin recursos como ella para intentar subsistir a duras penas en la carretera y ver un nuevo amanecer cada día disfrutando de lo único que tienen: su juventud. Todos estos personajes, en su mayoría femeninos, se relacionan con su entorno a la defensiva, viscerales y profundamente hostiles y destructivos, pues son conscientes de que su existencia no le importa a nadie y la sociedad les ha dado la espalda. Sin embargo, en vez de juzgar sus acciones más que cuestionables, Arnold pretende que los exploremos, que entendamos lo que sucede en su interior. Así, estamos ante personas a las que nadie les ha preguntado jamás qué es lo que quieren o si todavía tienen sueños a los que agarrarse, y la cineasta desea que palpemos ese afán de resistencia gracias al cual se aferran a la vida con todas sus fuerzas y se recuperan de los varapalos que sufren una y otra vez, en busca de un resquicio de esperanza en las situaciones más complicadas. Prefiere contar en su mayoría con actores no profesionales a los que va descubriendo el guion durante el mismo rodaje. La esperanza de los abandonados. Los problemas y las emociones complejas de los outsiders de la sociedad son el sustento de los relatos de Andrea Arnold, si bien la británica no quiere realizar un tipo de cine social que se recree en el desánimo y en la oscuridad. Ella misma conoce la brutalidad de lugares como los que habitan sus personajes, pero también puede ver la vida y las comunidades que allí se generan. Por esa razón, su obra está narrada a través del punto de vista de sus protagonistas. Solo contemplamos lo que alcanza su mirada y los acompañamos a cada paso que dan como si fuéramos una prolongación de sus cuerpos; nos movemos con Jackie, con Mia, con Heathcliff y con Star. Además, el uso permanente de cámara al hombro, siempre muy cerca de ellos, nos sumerge en la acción y mantiene un estilo documental, llevándonos a pasar el tiempo que duran Red Road, Fish Tank, Cumbres borrascosas y y suele llegar a una audiencia muy limitada pero siempre dirige las películas que ella quiere. Además, su participación en las series Transparent y Mis experiencias sexuales con Dick, lideradas por Jill Soloway, era muy colaborativa y tendía hacia una estética más cercana a la suya propia. Por eso no tuvo demasiado sentido que le encargaran la segunda temporada de Big Little Lies buscando una simple copia del estilo de Vallée; es sabido que no trabaja así. Su filmografía surge de forma natural como un viaje para ella: algo le llama la atención y se lanza a explorarlo de la manera más auténtica posible. Esa es la razón por la que prefiere contar en su mayoría con 26