Cactus
actores no profesionales a los que va descubriendo el
guion durante el mismo rodaje, para lograr reacciones
fuera de su control tratando de atrapar entre ambos
ese instante único con la cámara. Así nos muestra
su visión del mundo a través de unos personajes
que luchan constantemente por seguir adelante y
sobrevivir en lugares desfavorecidos, relegados a
habitar en los márgenes de la sociedad, abandonados.
Red Road (2006) está protagonizada por Jackie,
una mujer que ya no es capaz de formar parte
de la vida al otro lado de las pantallas que vigila
en su trabajo, obsesionada con un edificio de
apartamentos para exconvictos; Mia, en Fish Tank
(2009), necesita huir de la realidad sofocante y
carente de oportunidades que habita con su madre
y su hermana en un complejo de viviendas sociales;
también el Heathcliff de Emily Brontë observa, en
Cumbres borrascosas (2011), un mundo al que nunca
podrá pertenecer y que le condena a la exclusión por
su procedencia y su color de piel; incluso Star, en
American Honey (2016), se marcha sin pensárselo dos
veces con un grupo de estadounidenses sin recursos
como ella para intentar subsistir a duras penas
en la carretera y ver un nuevo amanecer cada día
disfrutando de lo único que tienen: su juventud.
Todos estos personajes, en su mayoría femeninos,
se relacionan con su entorno a la defensiva, viscerales
y profundamente hostiles y destructivos, pues son
conscientes de que su existencia no le importa a nadie
y la sociedad les ha dado la espalda. Sin embargo, en
vez de juzgar sus acciones más que cuestionables,
Arnold pretende que los exploremos, que entendamos
lo que sucede en su interior. Así, estamos ante
personas a las que nadie les ha preguntado jamás qué
es lo que quieren o si todavía tienen sueños a los que
agarrarse, y la cineasta desea que palpemos ese afán
de resistencia gracias al cual se aferran a la vida con
todas sus fuerzas y se recuperan de los varapalos que
sufren una y otra vez, en busca de un resquicio de
esperanza en las situaciones más complicadas.
Prefiere contar en su
mayoría con actores
no profesionales a los
que va descubriendo el
guion durante el mismo
rodaje.
La esperanza de los abandonados. Los problemas y
las emociones complejas de los outsiders de la sociedad
son el sustento de los relatos de Andrea Arnold, si bien
la británica no quiere realizar un tipo de cine social que
se recree en el desánimo y en la oscuridad. Ella misma
conoce la brutalidad de lugares como los que habitan
sus personajes, pero también puede ver la vida y las
comunidades que allí se generan.
Por esa razón, su obra está narrada a través
del punto de vista de sus protagonistas. Solo
contemplamos lo que alcanza su mirada y los
acompañamos a cada paso que dan como si fuéramos
una prolongación de sus cuerpos; nos movemos con
Jackie, con Mia, con Heathcliff y con Star. Además, el
uso permanente de cámara al hombro, siempre muy
cerca de ellos, nos sumerge en la acción y mantiene
un estilo documental, llevándonos a pasar el tiempo
que duran Red Road, Fish Tank, Cumbres borrascosas y
y suele llegar a una audiencia muy limitada pero
siempre dirige las películas que ella quiere. Además,
su participación en las series Transparent y Mis
experiencias sexuales con Dick, lideradas por Jill
Soloway, era muy colaborativa y tendía hacia una
estética más cercana a la suya propia. Por eso no tuvo
demasiado sentido que le encargaran la segunda
temporada de Big Little Lies buscando una simple copia
del estilo de Vallée; es sabido que no trabaja así.
Su filmografía surge de forma natural como un
viaje para ella: algo le llama la atención y se lanza a
explorarlo de la manera más auténtica posible. Esa es
la razón por la que prefiere contar en su mayoría con
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