Revista Bitácora Educativa Volumen 1 | Page 8

Los factores que podrían resolver los interrogantes anteriores justifica a la focalización hacia la que estaba destinada la inversión en educación durante los periodos presidenciales de 2002 a 2010 dirigida a fomentar la ampliación de la cobertura educativa en todos los niveles, y no en el mejoramiento de la calidad.

Por tanto, el impacto esperado de programas focalizados particularmente a mejorar los resultados en calidad, como el programa Todos a Aprender, que inició en 2011 sobre población estudiantil de primaria, se verán reflejados apenas en un plazo de cuatro a cinco años.

Por otro lado, otro argumento identifica el sector educativo como uno de los sectores con mayores inflexibilidades presupuestales. Basta decir que, de los $16,4 billones que representan los aportes de la Nación para financiar el funcionamiento del sistema educativo en preescolar, básica y media (Sistema General de Participaciones), cerca de un 92% se destina al pago de la nómina de los docentes oficiales y gastos administrativos; o que anualmente el presupuesto del Ministerio de Educación Nacional debe prever un monto cercano a los $6 billones para financiar el funcionamiento del Fondo Nacional de Prestaciones Sociales del Magisterio, FOMAG, a través del cual se administran las prestaciones sociales de la nómina de docentes oficiales.

Esto demuestra que el margen que tiene el Gobierno para orientar recursos a la inversión en proyectos educativos que impacten directamente aspectos como la calidad educativa, es muy bajo. sin embargo, la asignación de recursos a la ampliación de la infraestructura educativa; la incorporación de tecnologías en el proceso de aprendizaje e implementación y mantenimiento de la conectividad; la formación y capacitación de los docentes; el fomento de la investigación, entre otros, puntos que son definitivos para el desarrollo del sistema educativo, es bastante limitada (Vergara, 2015).

Por lo tanto, como innovación implica mantenerse haciendo seguimiento y control de todas las actividades que se realicen en la institución de manera que se responda a las necesidades contextuales, significa:

transformar las prácticas de enseñanza y aprendizaje.

Tener aptitud de cambio, manteniéndose dispuesto a aplicar las nuevas propuestas estratégicas pedagógicas y formativas, en definitiva, dejar de enseñar a agentes del siglo XXI con herramientas del siglo pasado.

Salirse de los esquemas de la organización tradicional.

Romper muros mentales en donde cuadriculadamente se sigue agrupando a los estudiantes por cursos, edades y niveles.

Integrar las aisladas asignaturas por proyectos de manera que se fomente el trabajo colaborativo desde el profesorado hasta el alumnado.

Sobre todo que las políticas institucionales y nacionales sean pertinentes con la innovación.