La versión de uno de los policías…
Por Juan Pablo Hucal
Era tarde y yo hacía mi turno, recibí una llamada del pueblo, un vecino había escuchado algunos gritos de la casa de enfrente, le di las gracias por haberse comunicado y haberme informado sobre lo sucedido…
En ese momento pensé si alguien estaría en peligro, pero el lugar era tranquilo, demasiado como para que algo sucediese, llamé a mis colegas y montamos los caballos en busca de respuestas…
En el camino, hablando, nos dimos cuenta de que eran las tres de la madrugada, era tarde, y aunque era mi turno, estaba cansado, tenía hambre, y ellos también, pobres… les pedí que me acompañaran y lo hicieron, esos son amigos.
Llegamos, era una casa grande, un poquito descuidada pero linda, y me dije “aquí no pasó nada, ya verán”, tocamos la puerta y esperamos…
Salió un hombre, sonriente, una sonrisa demasiado grande, nos invitó a pasar, nos hizo recorrer su enorme casa, y hasta nos pidió que nos sentáramos y descansáramos… Muy amable de su parte, nosotros le agradecimos, y seguimos hablando de cosas comunes, qué haríamos en las vacaciones, qué haríamos de nuestras vidas.
Quise hablarle al señor que nos había hecho pasar a su hogar, pero estaba quieto, pálido, temblaba y movía sus manos en formas muy raras, pero seguimos hablando, riendo, hasta que un enorme grito nos sorprendió, “¡¡¡Yo lo maté, levanten esos tablones!!! Ahí…ahí ¡¡¡Donde está latiendo su horrible corazón!!!
Pensé y dije “no puede ser, ¿será verdad?” les dije que levantaran los tablones, al levantarlos estaba ahí, ¡pobre viejo!, estaba ahí, ¡muerto! Y nosotros arriba de él, ¡hablando y riendo!
En el momento, lo único que quería era llevar a este viejo y a su asesino ante el juez del pueblo, ahí fue, en el juzgado, donde lo declararon culpable por asesinar a una persona inocente. Yo, por mi parte, quedé con esa imagen desgarradora en mi cabeza por el resto de mi vida.
Disfrutando del terror
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Literatura