Revista Aisthetikê MAYO 2014 | Page 8

LA CIUDAD REDONDA DE BAGDAD

elegir un día que fuera el mejor, sin ningún asomo de malos hados. Finalmente, el principal astrólogo del califa, Naubajt, determinó que la fecha para iniciar las obras de la ciudad sería el 2 de Julio de 757 (sábado 10 de safar de 140, según el calendario de la hégira). El lugar elegido fue el de una pequeña parada de comerciantes y punto de ferias ocasionales que ya se llamaba Bagdad. Aunque el califa había decidido llamar a su nueva capital “Mansión de la Paz” (Dar es-Salám), prevaleció el antiguo nombre del lugar. Este nombre de Bagdad es de origen persa, y significa “Dada por Dios”.

Bagdad estaba en una encrucijada de caminos, con Siria al Oeste, Persia al Este, Armenia, Asiria y Kurdistán al Norte, y la Arabia al Sur. La primitiva Bagdad precalifal había sido mencionada en el Talmud, y a este respecto es curioso constatar que esta ciudad estuvo siempre muy asociada al pueblo judío, al punto que una gran parte de la población bagdalí era judía hasta tiempos tan recientes como las primeras cuatro décadas del siglo XX. También era significativo el hecho de que cerca de ella, a pocos kilómetros, se hubieran erigido dos ciudades importantes en la historia: Seleucia y Ctesifonte. Seleucia fue la última avanzada del Occidente grecorromano sobre Asia, y Ctesifonte había sido la célebre capital de los partos y sasánidas en siglos anteriores. De ambas ciudades sólo quedaban ruinas visitadas por los chacales del atardecer. Ya más lejos del lugar de Bagdad, como a cien kilómetros, yacían durmiendo el sueño de los siglos bajo las arenas del desierto las ruinas de la antigua ciudad de Babilonia. Dichas ruinas solo volverían a ver la luz tras las excavaciones del arqueólogo alemán Robert Koldewey a fines del siglo pasado.

El hecho de que hubiera tantas vacilaciones en cuanto a la fecha y el sitio para erigir Bagdad denota la importancia que tenía para los responsables de la construcción la elección de un lugar y momento adecuados a un lineamiento cosmológico. José Pijoán, de quien se han tomado muchos de los datos que aquí se exponen, dice al respecto: “Los detalles de la construcción de Bagdad llenarían un libro sí quisiéramos copiar todo lo que cuentan los escritores árabes”. Poseemos noticia de como eran sus ladrillos: secados al sol, según la antiquísima tradición mesopotámica de hace cinco mil años, tenían un cúbito de largo, un cúbito de ancho y un tercio de cúbito de grueso (un cúbito equivale aproximadamente a 50 centímetros). Todavía hoy se hacen en Iraq ladrillos de la misma forma. [Ilust. 4] Al Mansur encargó el proyecto a un grupo de arquitectos liderados por un consejo de cinco de ellos. Uno de éstos, llamado Ibn Artat, fue el que ideó el diseño de la ciudad redonda.

La construcción de Bagdad

Los hombres a lo largo de su historia han soñado con toda clase de ideales, y también han tratado de interpretar al mundo en lo que él les presenta como signos. Entre tantas interpretaciones hay una que trata de ver al mundo como una trama en la cual están mezclados el orden de lo físico y el de lo metafísico. El mundo desde tal perspectiva es visto como una combinación de lo natural y lo sobrenatural. En esta interpretación subyace la idea de que existe un orden que rige al mundo. Muchos pensaban que este orden pudiera estar determinado por Dios, o un ser superior intermediario entre Dios y el mundo. Todo cuanto existía era visto como incluido en el orden y plan de tal o tales seres superiores. La tarea del hombre consistía entonces en acoplarse y adaptarse a ese plan y ese orden en el cual el ser humano encontraría su realización como una criatura más de lo creado. Hasta cierto punto puede decirse que así lo creyeron muchos pensadores cristianos, al igual que algunos de sus contemporáneos judíos y sus sucesores musulmanes.

Entre las cuestiones que están involucradas en la creencia antedicha, una es la del problema de como encontrar el orden óptimo para una sociedad humana en la tierra. Llevado a un plano más práctico, en el tratamiento de este problema surgía la pregunta de cómo debía ser el Estado ó la ciudad ideal de los hombres. Esta ciudad ideal soñada ha sido muy buscada por filósofos y urbanistas durante varios siglos. Unas cuantas ciudades se han creado tras esta ilusión, mas la ciudad perfecta elude aún al hombre. Una de las tentativas más ambiciosas de construir esa ciudad y sociedad ideal fue la que emprendió el Islam al erigir la ciudad redonda de Bagdad.

Bagdad fue edificada durante el califato abasida. La primera capital de este califato fue la ciudad de Kufa, en el Iraq meridional, pero esta ciudad cayó más tarde en decadencia, y por ello se pensó en edificar otra nueva capital mejor situada.

El lugar donde se edificó Bagdad fue elegido por el segundo califa abasida, Al Mansur, tras prolongados recorridos exploratorios a lo largo del Tigris. Existe mucha información sobre los detalles de la construcción de esta ciudad. Se buscó el mejor lugar para edificarla, con ayuda de exploradores, historiadores, y astrólogos. Estos últimos fueron muy importantes para decidir el día y la hora de iniciar la construcción. . Este asunto de cuándo empezar a construir fue muy discutido y tuvo muchas dilaciones, debido a la importancia que se le daba a los augurios y la preocupación por elegir un día que fuera el mejor, sin ningún asomo de malos hados