de Dios como una esfera sea un “cosmomorfismo”, pues esas mentes que tanto rondaron el panteísmo imaginaban al ser divino de forma esférica, a semejanza de los astros.
También los musulmanes tuvieron imaginaciones parecidas, pues la sura 112 del Corán (Al-Ajlaz) nombra en la segunda aleya a Dios como “As-Samad”, que significa “El eterno”, “El macizo”, y otros conceptos afines que parecían presagiar lo corporal y aún una forma especial de eso corporal, al punto de que el bizantino Eutimio Zigabenos, en su versión del Corán, lo interpretó como que ese capítulo se refería a Dios como una esfera. Según el escritor Cansinos Assens, que hizo una admirable y útil versión literal al castellano del libro santo del Islam, Zigabenos sería culpable de aviesa intención, de querer ridiculizar los conceptos islámicos. Pero también es posible que Zigabenos evocara en su traducción un concepto que como hemos visto, no era extraño ni a antiguos ni a medievales.
Ya refiriéndonos específicamente al diseño de la ciudad redonda de Bagdad que aquí nos ocupa, hay que señalar que muchas ciudades principales o capitales se han presentado como “ombligo del mundo”, buscando evocar en la imagen del ombligo la idea de lo central y lo circular, aquello que recuerda el origen y es su huella, y aquello que representa un contacto entre lo interno y lo externo. Entre las ciudades que han sido catalogadas como “ombligos del mundo” están dos muy diferentes: Delfos, “ombligo del mundo” en la antigua Grecia y centro religioso de gran importancia, y Cuzco, capital del imperio incaico o Tahuantisuyo, la cual era consideraba también como “ombligo del mundo” (de hecho, el nombre Cuzco significa “ombligo” en quechua).
Por otro lado, puede decirse que el círculo es símbolo de lo que regresa al mismo punto de partida y por lo tanto no tiene fin: está cerrado, perfecto, completo, en su circuito incesante. No salir de un mismo punto significa en cierto sentido que no ha habido ningún movimiento real, es decir, significa que el movimiento no existe. Esta idea ya la habían expresado los pensadores de eleáticos en la antigüedad -principalmente Zenón. Pero es una idea muy incómoda para todos aquellos que tienen que desplazarse periódicamente a trabajar de su ciudad a otra.
Es posible que las ideas que someramente hemos reseñado y otras aún, hayan influido en el diseño de la ciudad redonda de Bagdad. Ya desde el punto de vista estructural deben señalarse las ventajas lógicas de un diseño circular.
¿Por qué una ciudad redonda?
lo que cuentan los escritores árabes”. Poseemos noticia de como eran sus ladrillos: secados al sol, según la antiquísima tradición mesopotámica de hace cinco mil años, tenían un cúbito de largo, un cúbito de ancho y un tercio de cúbito de grueso (un cúbito equivale aproximadamente a 50 centímetros). Todavía hoy se hacen en Iraq ladrillos de la misma forma. [Ilust. 4] Al Mansur encargó el proyecto a un grupo de arquitectos liderados por un consejo de cinco de ellos. Uno de éstos, llamado Ibn Artat, fue el que ideó el diseño de la ciudad redonda.
Para la gente ilustrada de esa época, tan compenetrada con los símbolos y las alegorías, la idea de lo circular como modelo de algo ideal era bastante plausible. Basta echar un vistazo a tantas referencias al círculo en imágenes y metáforas a través de la historia de las ideas para darse cuenta de ello. El círculo era imagen de la tierra en Tales, que la veía como una tabla redonda flotando en una semiesfera de agua y cubierta por otra semiesfera de aire. El círculo y la esfera eran símbolos de realidades perfectas para los pitagóricos, que incluso veían a Dios como una esfera (al igual que Platón y una buena parte de los neoplatónicos) por ser el sólido más perfecto, donde todos los puntos de la superficie coinciden equidistantes con un mismo centro. Todas estas ideas y otras parecidas llevaron a muchos hombres a soñar con imágenes casi de pesadilla, como la expresada en los libros de Hermes Trismegisto: “Dios es una esfera infinita, cuyo centro está en todas partes y su circunferencia en ninguna”. Esta misma idea fue expresada por Alain de Lille (también llamado Alanus de Insulis, teólogo medieval) en el siglo XII, y aparece además en el Roman de la Rose, que la atribuye a Platón, y en el Pantagruel de Rabelais (III, 13) que la atribuye a los herméticos.
Asimismo leemos esta frase en los Pensamientos de Blas Pascal. Jorge Luis Borges -de quien se han tomado muchas de estas informaciones¬, señala que Pascal había estado a punto de escribir que la famosa esfera era “espantosa” (Effroyable), y de hecho, la imagen aludida crea una desazón en el espíritu que trata de captarla. Es posible que la idea de Dios como una esfera sea un “cosmomorfismo”, pues esas mentes que tanto rondaron el panteísmo imaginaban al ser divino de forma esférica, a semejanza de los astros
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