El posicionamiento intraóseo de un implante, como trauma o fractura, desencadena un proceso biológico de cicatrización para hacer que el hueso regrese a su forma originaria, que en este caso no modificará la cantidad de hueso presente, sino que renovará su estructura.
Durante la colocación de un implante es común que se presente sangrado debido a la lesión que se produce tanto en tejidos blandos y tejidos duros. Este sangrado será el punto de partida de la serie de eventos biológicos mediados por el sistema inmunológico que concluirán con la oseointegración de la interfase hueso-implante. La respuesta inicial a la lesión serán el sangrado y la coagulación que concluirán con la formación del coágulo. Este coágulo permitirá la recuperación vascular y la formación de tejido granular. A partir de este tejido comenzará la migración y diferenciación de células osteoprogenitoras que darán como resultado final la restauración de la matriz ósea mineralizada.