Reflexiones...para un mundo plural. Reflexiones Volumen 2, número 24 Abril 2016 | Page 20

La Indiferencia: ¿herencia o aprendizaje?

“Lo que importa es pasar y punto”, “Mientras me dé el mínimo y me gradúe lo demás no me interesa…”, “Lo hago sólo por la plata…”

En más de una ocasión, en casi cualquier institución universitaria del globo, hemos escuchado, no a uno, sino a cientos de alumnos decir frases de esta índole; frases que lejos de impresionar, llaman a la reflexión profunda de la crianza educativa.

A través de los años, la educación como tal, a pesar de contar con una increíble cantidad de conocimientos almacenados (De la mano de la educación, va el progreso humano) de forma paulatina se ha dejado llevar por una actitud impropia de un profesional verdadero: aquél que, ante todo, no permite que su humanidad se merme con las malas experiencias o con el estrés propio de cada profesión, ni siquiera por la actitud de la indiferencia.

De forma fugaz, la Real Academia Española define indiferencia como: “Estado de ánimo en que no se siente inclinación ni repugnancia hacia una persona, objeto o negocio determinado.” Aunque si se aplica a este, el año 2016, con la vista de cultura y la evolución del sentimiento humano, se puede redefinir a esta cualidad como: “Actitud aprendida o heredada de la cual no emana ninguna forma de empatía o emoción hacia una persona, objeto o situación determinada”.

La situación de nuestro mundo es bastante compleja hoy. Es un tiempo en el que ningún ser humano puede darse el lujo de decir que no le importa absolutamente nada de lo que acontece en nuestro planeta, pues de una u otra manera, somos parte del llamado efecto Dominó (lo que le puede suceder a uno, puede afectar a todos) Atentados, bombas, racismo, sexismo violento, corrupción, abusos de toda índole, destrucción ambiental y animal (¿En qué momento un clavel o un ave obtuvieron la calidad de destruidos potenciales?)…situaciones que lastimosamente son parte de nuestra realidad, de lo oscuro de la conciencia humana y que en algunas personas (no hay que generalizar, craso error de las generaciones de antaño y las venideras) no provocan ninguna clase de despertar de compasión o cambio…de ahí a que es de vital importancia que la educación como tal recupere el otro lado de la balanza: la calidez del espíritu humano.

Por supuesto, no es así en el 100% de las casas de estudio, la lucha contra esta semilla es algo difícil de combatir (la educación comienza en el hogar), mas no es algo imposible de lograr, pues también existe el efecto dominó de la empatía: esa cualidad tan propia del espíritu humano y que día con día, brota con la seguridad propia de la paz que la respalda. Ser un profesional con calidad humana radica en no permitirse cultivar esta cualidad en el extenuante proceso de formación. Pues, así como un solo ser puede afectar a muchos de forma negativa, el impacto de la empatía es del doble de tamaño y de eterno efecto en más de una generación, logrando de esta manera, que, poco a poco, la indiferencia deje de ser aprendida o heredada.

Adriana Bartels

20 Reflexiones / Abril, 2016

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