REBELIÓN EN LA GRANJA Rebelión en la Granja-George Orwell | Page 94

portancia de lo que hemos hecho. El enemigo estaba ocupando este suelo que pisamos. ¡Y ahora, gracias a la dirección del camarada Napoleón, hemos reconquistado cada pulgada del mismo! —Entonces, ¿hemos recuperado nuevamente lo que tenía- mos antes? —preguntó Boxer. —Esa es nuestra victoria —agregó Squealer. Entraron renqueando en el patio. Los perdigones, incrusta- dos en la pata de Boxer le quemaban dolorosamente. Veía ante sí la pesada labor de reconstruir el molino desde los cimientos y, en su imaginación, se preparaba para la tarea. Pero por pri- mera vez se le ocurrió que él tenía once años de edad y que tal vez sus grandes músculos ya no fueran lo que habían sido an- tes. Pero cuando los animales vieron flamear la bandera verde y sintieron disparar nuevamente la escopeta —siete veces fue disparada en total— y escucharon el discurso que pronunció Napoleón, felicitándolos por su conducta, les pareció que, des- pués de todo, habían conseguido una gran victoria. Los muer- tos en la batalla recibieron un entierro solemne. Boxer y Clover tiraron del carro que sirvió de coche fúnebre y Napoleón mis- mo encabezó la comitiva. Durante dos días enteros se efectua- ron festejos. Hubo canciones, discursos y más disparos de es- copeta y se hizo un obsequio especial de una manzana para ca- da animal, con dos onzas de maíz para cada ave y tres bizco- chos para ca da perro. Se anunció que la batalla sería llamada del Molino y que Napoleón había creado una nueva condecora- ción, la «Orden del Estandarte Verde», que él se otorgó a sí mismo. En el regocijo general, se olvidó el infortunado inci- dente de los billetes de banco. Unos días después, los cerdos hallaron una caja de whisky en el sótano de la casa. Había sido pasado por alto cuando se ocupó el edificio. Aquella noche se oyeron desde la casa can- ciones en alta voz, donde, para sorpresa de todos, se en- 94