REBELIÓN EN LA GRANJA Rebelión en la Granja-George Orwell | Page 92

—Ya me parecía —dijo—. ¿No ven lo que están hacien- do? Enseguida van a llenar de pólvora ese agujero. Los animales esperaban aterrorizados. Era imposible aven- turarse fuera del refugio de los edificios. Después de varios minutos los hombres fueron vistos corriendo en todas direc- ciones. Luego se oyó un estruendo ensordecedor. Las palomas se arremolinaron en el aire y todos los animales, exceptuando a Napoleón, se tiraron al suelo boca abajo y escondieron sus caras. Cuando se incorporaron nuevamente, una enorme nube de humo negro flotaba en el lugar donde estuviera el molino de viento. Lentamente la brisa la alejó. ¡El molino de viento había dejado de existir! Al ver esta escena los animales recuperaron su coraje. El miedo y la desesperación que sintieron momentos antes fue- ron ahogados por su ira contra tan vil y abominable acto. Lanzaron un potente griterío clamando venganza, y sin espe- rar otra orden, atacaron en masa y se abalanzaron sobre el enemigo. Esta vez no prestaron atención a los crueles perdi- gones que pasaban sobre sus cabezas como granizo. Fue una batalla enconada y salvaje. Los hombres hicieron fuego una y otra vez, y cuando los animales llegaron a la lucha cuerpo a cuerpo, los azotaron con sus palos y sus pesadas botas. Una vaca, tres ovejas y dos gansos murieron, y casi todos estaban heridos. Hasta Napoleón, que dirigía las operaciones desde la retaguardia, fue herido en la punta de la cola por un perdigón. Pero los hombres tampoco salieron ilesos. Tres de ellos tenían la cabeza rota por las patadas de Boxer; otro fue corneado en el vientre por una vaca; a uno casi le arrancan los pantalones entre Jessie y Bluebell. Y cuando los nueve perros guardaes- paldas de Napoleón, a quienes él había ordenado que dieran un rodeo por detrás del cercado, aparecieron repentinamente por el flanco ladrando ferozmente, el pánico se apoderó de los hombres quienes vieron el peligro que corrían de ser rodea- 92