REBELIÓN EN LA GRANJA Rebelión en la Granja-George Orwell | Page 82
rodeaban por doquier y donde uno tenía que ver cómo sus ca-
maradas eran despedazados después de confesarse autores de
crímenes horribles. No había intención de rebeldía o desobe-
diencia en su mente. Ella sabía que, aun tal y como se presen-
taban las cosas, estaban mucho mejor que en los días de Jones
y que, ante todo, era necesario evitar el regreso de los seres
humanos. Sucediera lo que sucediera permanecería leal, traba-
jaría duro cumpliría las órdenes que le dieran y aceptaría las
directrices de Napoleón. Pero aun así, no era eso lo que ella y
los demás animales anhelaran y para lo que trabajaran tanto.
No fue por eso por lo que construyeron el molino, e hicieron
frente a las balas de Jones. Tales eran sus pensamientos, aun-
que le faltaban palabras para expresarlos.
Al final, presintiendo que tal vez sería un sucedáneo para
las palabras que ella no podía encontrar, empezó a cantar «Bes-
tias de Inglaterra». Los demás animales a su alrededor la imita-
ron y la cantaron tres veces, melodiosamente, aunque de forma
lenta y fúnebre como nunca lo hicieran.
Apenas habían terminado de repetirla por tercera vez cuando
se acercó Squealer, acompañado de dos perros, con el aire de
quien tiene algo importante que decir. Anunció que por un de-
creto especial del camarada Napoleón se había abolido el canto
de «Bestias de Inglaterra». Desde ese momento quedaba prohi-
bido cantar dicha canción.
Los animales quedaron asombrados. —¿Por qué? —gritó
Muriel.
—Ya no hace falta, camarada —dijo Squealer secamente—.
«Bestias de Inglaterra» fue el canto de la Rebelión. Pero la Re-
belión ya ha terminado. La ejecución de los traidores, esta tarde,
fue el acto final. El enemigo, tanto exterior como interior, ha
sido vencido. En «Bestias de Inglaterra» nosotros expresamos
nuestras ansias por una sociedad mejor en el futuro. Pero esa
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