REBELIÓN EN LA GRANJA Rebelión en la Granja-George Orwell | Page 47
vo en tal grado de reclusión, que el resto de la granja pronto se
olvidó de su existencia.
El misterio del destino de la leche se aclaró pronto: se mez-
claba todos los días en la comida de los cerdos. Las primeras
manzanas ya estaban madurando, y el césped de la huerta estaba
cubierto de fruta caída de los árboles. Los animales creyeron,
como cosa natural, que aquella fruta sería repartida equitativa-
mente; un día, sin embargo, se dio la orden de que todas las
manzanas caídas de los árboles debían ser recolectadas y lleva-
das al guadarnés para consumo de los cerdos. A poco de ocurrir
esto, algunos animales comenzaron a murmurar, pero en vano.
Todos los cerdos estaban de acuerdo en este punto, hasta Snow-
ball y Napoleón. Squealer fue enviado para dar las explicaciones
necesarias.
—Camaradas —gritó—, imagino que no supondréis que no-
sotros los cerdos estamos haciendo esto con un espíritu de
egoísmo y de privilegio. Muchos de nosotros, en realidad, tene-
mos aversión a la leche y a las manzanas. A mí personalmente
no me agradan. Nuestro único objeto al comer estos alimentos es
preservar nuestra salud. La leche y las manzanas (esto ha sido
demostrado por la Ciencia, camaradas) contienen substancias
absolutamente necesarias para la salud del cerdo. Nosotros, los
cerdos, trabajamos con el cerebro. Toda la administración y or-
ganización de esta granja depende de nosotros. Día y noche es-
tamos velando por vuestra felicidad. Por vuestro bien tomamos
esa leche y comemos esas manzanas. ¿Sabéis lo que ocurriría si
los cerdos fracasáramos en nuestro cometido? ¡Jones volvería!
Sí, ¡Jones volvería! Seguramente, camaradas —exclamó Squea-
ler casi suplicante, danzando de un lado a otro y moviendo la
cola—, seguramente no hay nadie entre vosotros que desee la
vuelta de Jones.
Ciertamente, si había algo de lo que estaban completamente
seguros los animales, era de no querer la vuelta de Jones. Cuan-
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