REBELIÓN EN LA GRANJA Rebelión en la Granja-George Orwell | Page 42
el mando. Boxer y Clover enganchaban los atalajes a la segadora
o a la rastrilladora (en aquellos días, naturalmente, no hacían
falta frenos o riendas) y marchaban resueltamente por el campo
con un cerdo caminando detrás y diciéndoles: «Arre, camarada»
o «Atrás, camarada», según el caso. Y todos los animales, inclu-
so los más humildes, laboraron para aventar el heno y amonto-
narlo. Hasta los patos y las gallinas trabajaban yendo de un lado
para el otro, todo el día a pleno sol, transportando manojitos de
heno en sus picos. Al final terminaron la cosecha invirtiendo dos
días menos de lo que generalmente tardaban Jones y sus peones.
Además, era la cosecha más grande que se había visto en la
granja. No hubo desperdicio alguno; las gallinas y los patos con
su vista penetrante habían levantado hasta el último brote. Y
ningún animal de la estancia había robado ni tan siquiera un bo-
cado.
Durante todo el verano, el trabajo en la granja anduvo como
sobre ruedas. Los animales eran felices como jamás habían ima-
ginado que podrían serlo. Cada bocado de comida resultaba un
exquisito manjar, ya que era realmente su propia comida, produ-
cida por ellos y para ellos y no repartida en pequeñas porciones
y de mala gana por un amo gruñón. Como ya no estaban los in-
útiles y parasitarios seres humanos, había más comida para to-
dos. Se tenían más horas libres también, a pesar de la inexpe-
riencia de los animales. Claro está que se encontraron con mu-
chas dificultades, por ejemplo: cuando cosecharon el maíz, tu-
vieron que pisarlo al estilo antiguo y eliminar los desperdicios
soplando, pues la granja no tenía desgranadora, pero los cerdos
con su inteligencia y Boxer con sus poderosos músculos los sa-
caban siempre de apuros. Todos admiraban a Boxer. Había sido
un gran trabajador aun en el tiempo de Jones, pero ahora más
bien semejaba tres caballos que uno; en determinados días pa-
recía que todo el trabajo descansaba sobre sus forzudos hom-
bros. Tiraba y arrastraba de la mañana a la noche y siempre
donde el trabajo era más duro. Había acordado con un gallo que,
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