REBELIÓN EN LA GRANJA Rebelión en la Granja-George Orwell | Page 14
de estos animales puede ser ofensiva y de modo especial para quienes
sean un poco susceptibles, como es el caso de los rusos.»
Asuntos de esta clase son siempre un mal síntoma. Como es obvio,
nada es menos deseable que un departamento ministerial tenga facul-
tades para censurar libros (excepción hecha de aquellos que afecten a
la seguridad nacional, cosa que, en tiempo de guerra, no puede mere-
cer objeción alguna) que no estén patrocinados oficialmente. Pero el
mayor peligro para la libertad de expresión y de pensamiento no pro-
viene de la intromisión directa del Ministerio de Información o de
cualquier organismo oficial. Si los editores y los directores de los pe-
riódicos se esfuerzan en eludir ciertos temas no es por miedo a una
denuncia: es porque le temen a la opinión pública. En este país, la co-
bardía intelectual es el peor enemigo al que han de hacer frente perio-
distas y escritores en general. Es éste un hecho grave que, en mi opi-
nión, no ha sido discutido con la amplitud que merece.
Cualquier persona cabal y con experiencia periodística tendrá que
admitir que, durante esta guerra, la censura oficial no ha sido particu-
larmente enojosa. No hemos estado sometidos a ningún tipo de
«orientación» o «coordinación» de carácter totalitario, cosa que hasta
hubiera sido razonable admitir, dadas las circunstancias. Tal vez la
prensa tenga algunos motivos de queja justificados pero, en conjunto,
la actuación del gobierno ha sido correcta y de una clara tolerancia
para las opiniones minoritarias. El hecho más lamentable en relación
con la censura literaria en nuestro país ha sido principalmente de
carácter voluntario. Las ideas impopulares, según se ha visto, pueden
ser silenciadas y los hechos desagradables ocultarse sin necesidad de
ninguna prohibición oficial. Cualquiera que haya vivido largo tiempo
en un país extranjero podrá contar casos de noticias sensacionalistas
que ocupaban titulares y acaparaban espacios incluso excesivos para
sus méritos. Pues bien, estas mismas noticias son eludidas por la
prensa británica, no porque el gobierno las prohíba, sino porque
existe un acuerdo general y tácito sobre ciertos hechos que «no de-
ben» mencionarse. Esto es fácil de entender mientras la prensa
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