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Los nuevos viejos tiempos
cultura y políticas culturales en
Entre Ríos
Por R.I.B
L
a problemática de la
cultura
comarcal
merece
algunas
consideraciones a partir de lo que
nos viene sucediendo desde hace
algunas décadas no sólo a los
entrerrianos sino a los argentinos y a
todas las personas que pretenden
reflexionar acerca de la cultura y la
identidad en estos tiempos de la
velocidad
y
la
inmediatez.
Historiadores,
sociólogos,
politólogos,
intelectuales
se
encuentran en un estado de euforia
por
definir
los
tiempos
contemporáneos. A partir de la
caída del muro de Berlín y luego de
la disolución de la Unión Soviética,
para algunos ingresamos a la
postmodernidad, asistimos a fin de
la Historia, idea sustentada en el
concepto
de
globalización
motorizada fundamentalmente por
la explosión tecnológica. La aldea
global supone la desaparición de los
conflictos de nacionalidades, de la
puja de las culturas para conservar o
construir
sus
respectivas
identidades. Todo esto bajo la
atenta vigilancia de la “pax imperial”
de un mundo que parecía girar
alrededor
del
polo
euro-
norteamericano.
Los
hechos
cotidianos y los sucesos ocurridos en
el mundo en las últimas décadas
fueron echando por tierra estos
argumentos, pero aún existen los
inadvertidos
que
siguen
preconizándolos. Por ello también
son tiempos de rectificaciones.
Si podemos
hablar
de
algún tipo de
globalización
tenemos
pensar en el
mercado,
verdadero
dios pagano
de
la
modernidad.
El
mercado
acompañó las
grandes
conquistas,
desde
las
cruzadas hasta nuestros días. La
globalización mercantil que hoy
interconecta al Mundo a una
velocidad impensada hace un siglo
(Internet, jumbos, satélites, cohetes
intercontinentales) se anuda con la
expedición de Magallanes - Elcano
cuando amanecía el siglo XVI que
dio comienzo al proceso. Por lo
tanto no es un fenómeno tan nuevo
para estos tiempos de la velocidad.
Es un acontecimiento propio de la
Modernidad europea. Y si de
rectificaciones hablamos debemos
partir de reflexiones y acciones que
aporten soluciones a los males del
fenómeno. Debemos volver a pensar
en quiénes somos, es decir:
recuperar nuestra identidad como
personas y como pueblo. El mundo
no es una sola aldea informe sino la
rica sumatoria de culturas con miles
de voces distintas que pueden
interactuar
armónicamente
si
sabemos respetarnos. Los conflictos,
los horrores de las guerras
antiimperialistas e interétnicas son
producto de esta incomprensión de
lo diferente entre culturas.
La cultura, un derecho
Consideramos a la cultura como
un derecho humano fundamental.
Toda persona tiene derecho a tomar
parte en la vida cultural de la
comunidad, garantizándosele la
igualdad de oportunidades. La
Declaración Universal de los
Derechos Humanos, en su artículo
27, sostiene: “toda persona tiene
derecho a tomar parte libremente
en la vida cultural de la comunidad,
a gozar de las artes y a participar en
el progreso científico y en los
beneficios que de él resulten. Los
Estados deben tomar las medidas
necesarias para alcanzar esos
objetivos”.
En este sentido se debe concebir
que un Estado es el responsable de
fomentar la integración cultural
respetando su diversidad a través de
la
investigación,
conservación,
enriquecimiento y difusión del
patrimonio
cultural,
indepen-
dientemente del origen de los
bienes que la componen, cualquiera
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