HERENCIA DE DOLOR
La infinita tristeza que asoma por mis ojos mientras se deslizan sobre lo que mis manos escriben, dictado por ellos, aceptado por ellos, como culto a la herencia de muerte que me dejó plasmada la que sufrió Jesús, puesto en la cruz, creando en mi mente un imperio de dolor que no deja de asolarme, aunque huya de la angustia que insolente golpea mi rostro, aunque mi herencia sea idealizar a los muertos por los vivos, por que las musas son sacadas de la costilla misma del dolor y de los miedos, de las agonías, de los martirios, de los abandonos, de las ausencias, de las esencias del tiempo que imperturbable y taciturno, ve mi vano afán por poseerlo y solo me contempla como Dios contempló su obra sempiterna.
He conocido cantos en voces que no son reconocidas como buenas, con un asomo de perfección hereje, académicamente hereje, con intención de aliviar las soledades que en estos tiempos, nos llevan a los resquicios de la desesperación, y dormida en mi hamaca de pagana idolatría, me niego a escucharlos y los ahuyento con cantos de misterio y fatalidad, ascendiendo al dolor, en el momento mismo que me acerco a lo desconocido.
Entonces, levanto mi cabeza, subo el pecho y abro mis labios para decir el poema que el dolor deja sobre mi alma inerte, bordo con los hilos de la sublimidad la belleza del horror, de la tragedia, del abandono, del dolor, que implica para mí, la ausencia del amor…
Quedan mis ojos como aleteo de aves negras que se pierden en los paisajes austeros de la desdicha, mi boca hace entonces una mueca que intenta persuadirme de felicidad…
Por Rosario Iglesias.
PAGINA 10 QUE BONITO ES MANZANILLO