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los males mundiales. En ese respecto habló de «The Wall» como una catarsis a los resultados de la Gran Guerra, implicando en entrevistas alguna clase de afi- nidad con el Nacional Socialismo Alemán de finales de los años 30 e inicios de los 40. Lo que puede dar interpretaciones inusitadas a la película «The Wall». El simbolismo de la obra no solo hace mención a una cultura fascista, sino que reprocha el desatina- do actuar de las células neonazis de su tiempo y las contrasta con el original Nacionalismo europeo. La propia figura de Pinky —personaje principal de la pe- lícula—, se ve convertida, en sus laberintos mentales internos, en una representación vívida de Adolf Hit- ler. La dicotomía abandona los facilismos culturales del prejuicio y se adentra al origen arquetípico de los ismos. Martillos cruzados, pero de carpintero, haciendo una sátira del comunismo soviético. El pueblo con másca- ras saludando al líder, haciendo alusión al nazismo. El “dictador” tácito convertido en drogadicto y estrella de rock frustrado por sus traumas de infancia, carica- turizando al típico hombre de clase media y produci- do por el paradigma liberal-ca pitalista; mayor logro de los aliados demócratas de la II Guerra Mundial. «The Wall» resume a los Soviéticos, Nazis y Aliados en una magnífica estratagema musical que, hacia el final del filme, nos dice: “combatimos al enemigo equivocado”. Las escenas psicodélicas de la obra, haciendo apople- jía del sexo en toda su coital dimensión. La esposa infiel. La madre posesiva. El maestro infame. La so- ledad y el abandono. El bullying infantil. El pánico. La esquizofrenia. La total destrucción de la cordu- ra. «The Wall» no solo nos habla de los resultados del pasado, sino de las posibilidades de futuro y las premisas del presente. Es un déjà vu agónico que no muere de facto, sino lentamente; con un largo y estruendoso alarido. Es una advertencia para el que vive sin vivir, el que hace sin hacer, el que habla sin saber. Por eso y mucho, mucho más, «The Wall» es una soberbia obra maestra. Musical- mente perfecta, líricamente controvertida e icónica- mente metafísica; en pocas palabras, una legítima obra hiperbórea. Arte Alternativo Un vistazo a la obra de: Hans Ruedi Giger Por: Ursus de la Vega Hans Ruedi Giger, (Coira,  Suiza,  5 de febre- ro de 1940 - Zúrich, 12 de mayo de 2014), fue un artista gráfico y escultor  suizo. Es muy co- nocido por sus colaboraciones en el mundo del cine, más específicamente en la serie fílmica de Alien. Giger entró en el cine de la mano de Alejandro Jodorowsky, a quien se lo recomendó Salvador Dalí en Cadaqués en 1973, para el proyec- to Dune (1973-1977), en el que también estaba, junto a Jodorowsky y Moebius, el guionista y diseñador Dan O’Bannon, que fue quien incor- poró a Giger al proyecto de Alien a principios de 1978. Desde entonces, 1979, Giger fue conocido entre el gran público por diseñar y desarrollar, junto a Carlo Rambaldi, la criatura y algunos escenarios de la película Alien, el octavo pasa- jero, de Ridley Scott (1979, basándose en sus propias obras pictóricas anteriores, como «Ne- cronom IV”). Por este trabajo obtuvo en 1980 el Oscar al mejor diseño escénico. También participó en el diseño gráfico de otras películas, como Species (Roger Donaldson, 1995), siendo estos trabajos usados en las portadas de muchos libros y discos. Giger di- señó asimismo la parte gráfica de videojuegos como Dark Seed (1992) y Dark Seed II (1995), aventuras gráficas de ambientación lovecraftia- na. Existe un museo dedicado a H. R. Giger en la ciudad de Gruyères, en el cantón de Fribur- go, Suiza, abierto en 1998, con muchas de sus obras así como su colección privada de arte, que incluye obras de Salvador Dalí. Su trabajo más reciente en el ámbito cinemato- gráfico fue en la película Prometheus, estrena- da en 2012. Ridley Scott, su director, contó con Giger para diseñar los murales que aparecen como algunos de los primeros artefactos del mundo alien en la película. Fue invitado al Salón de la Fama de la Ciencia Ficción en 2013. El artista suizo falleció el 12 de mayo de 2014, a consecuencia de las lesio- nes causadas por una caída, según publicó la prensa. Fue amigo personal del psicólogo estadouni- dense Timothy Leary. Es importante señalar que Giger se sumergió en la obra de H.P. Lovecraft, iluminado escritor de un género que podríamos denominar de te- rror ilustrado esotérico; posiblemente Lovecraft, habría sido un alto iniciado con amplio conoci- miento nigromántico, un arte esotérico muy te- mido por los enemigos de la verdad, y sostuvo una lucha de largo aliento contra las logias ma- sónicas que finalmente lo suprimieron; en otro número de la revista trataremos de desvelar este misterio. Este contacto con Lovecraft, influyo sobrema- nera la obra de Giger, que adquirió un trasfon- do muy marcado hacia ese “lado oscuro” de las ciencias esotéricas, vedado por las religiones “light” oficiales, y que otorgó un matiz muy sin- gular a sus cuadros y esculturas, donde pueden vislumbrarse formas alienígenas increadas, frías, de una monstruosidad inexplicablemente bella pero lacerante, reptiliana y humanoide. La Tuchulcha o Tchulchu, poderosa deidad o potestad cósmica que inspira Alien, el Siddha Leal por excelencia, que destruye toda forma de vida cálida y frágil sin contemplación algu- na, evidenciando la banalidad o inutilidad de las formas humanas, hacia concepciones exis- tenciales inauditas, deidades que superan con su postura acida e hiriente, toda moral y todo dogma. En el ámbito cinematográfico también se encargó del diseño del lado oscuro de Poltergeist II (Brian Gibson, 1986), por supuesto, un filme muy intere- sante que toca el ámbito pa- ranormal; Con posterioridad colaboró secundariamente y tras prestarse voluntario, en los diseños de Alien 3 (David Fincher, 1992), ya que James Cameron ya habría rechazado su participación para los diseños de “Aliens, el regreso” de 1986, una de las mejores de saga, si no la mejor. P ágina 49