Para los exámenes solía usar los papelitos de auto ayuda, más conocidos como “chuletas”, ya sabrán ustedes, excepto cuando se me olvidaban, entonces recurría a otro sistema que era, sencillamente, la de sacar en el pleno examen el libro que guardaba en el pupitre. Tenía cierta práctica y mucha habilidad para hacerlo a hurtadillas y nunca me pillaban. Recuerdo que a los “súper empollones”, los muy pillines, no se les daba nada mal el método de auto ayuda y sobre todo en mi clase, en la casi todos aprobaban con el auxilio de dicho método.
En las elecciones escolares, la norma era que sólo podía haber dos delegados, que serían los representantes de los alumnos. Yo, la verdad, es que me presenté por diversión, porque sabía que nadie me votaría, y si alguien me votaba serían los cuatro tontos de siempre, y, sin embargo, el día de las elecciones, me quedé sorprendido. Obtuve más votos que los empollones, y en el segundo puesto quedó Iris, una chica bien guapa de nuestra clase. Iris y yo éramos los más votados. Ya veis, lo que quise hacer por diversión se hizo algo serio, se convirtió en algo real, por lo cual ya no había marcha atrás. El día siguiente a las elecciones todos mis compañeros y profesores me felicitaron efusivamente con una linda sonrisa: fue increíble ¡ea! ¡jajá jajá! ¿qué te parece? ¡el más zoquete de la clase representando a todos los alumnos del colegio! Parece ser que mi campaña electoral fue todo un éxito, aunque, la verdad, no tenía ni idea de lo que venía detrás. Aunque yo pertenecía a la clase más ruidosa del colegio, y lo peor de todo a una de las clases más problemáticas, ahora me sentía con la responsabilidad de hacer muchos cambios y sobre todo dar ejemplo y hacer de todos unos alumnos ejemplares, empezando por mí.