lle daría la vida. Sin darse cuenta, poco a poco fue0 retomando sus estudios y fue descubriendo que tenía la posibilidad formar su futuro y saber como actuar en la vida si se volvía a ver envuelta en alguna situación parecida por la cual estaba en ese lugar internada. Al fin y al cabo unos pocos meses no eran nada y en poco tiempo volvería a estar junto a su amor. Cuando por fin empezaron a darle los primeros permisos para pasar los fines de semana en casa junto a su familia, se sintió como pez en el agua. Acostumbrada a estar internada en el instituto se le hacía extraño pasear por la calle, y así fueron pasando los meses hasta que finalizó el curso.
El día que finalizó el curso se le quedó grabado en la memoria, pero con una gran diferencia, había aprendido una valiosa lección de la vida. Así fue como se dio cuenta de que había madurado al completo. Ya no pensaba como una niña, sino como una mujer. Empezó a valorar más los pequeños detalles de la vida y, también, comprendió lo que significaba ser libre.
Así pasaron los meses. Ya tenía sus estudios completados. Le salió un pequeño trabajo. Con el
dinero que ganaba podía pagar junto con su novio el alquiler de una pequeña casita donde vivían felices. Aunque su sueño era poder tener su propia casa. Se propusieron ahorrar y así, tras unos cuantos meses pudieron hacer realidad uno de sus sueños –de nuestros tiempos-, su primera hipoteca, y el siguiente sueño no tardaría más de un año en llegar: el nacimiento de su primer retoño.
Era una niña preciosa que les hizo sentir dichosos, felices, por eso la llamaron Beatriz –que significa “la que hace feliz”-.