Principios de vida Principios de vida | Page 12

se lo podía creer, trató de asimilarlo pero no pudo, pensaba mucho en el momento: “si hubiese corrido, si hubiese saltado la valla”; pero era tarde y él no se esperaba lo que le iba a pasar, no se imaginaba a donde le había llevado el destino.

Cuando Gabriel casi se sumergió en el sueño escuchó golpes en la pared como si le estuvieran llamando, se levanto de la cama y miró debajo de la puerta, la luz del pasillo estaba apagada, y se preguntó quien podría haber llamado, se relajó otra vez y volvieron a golpearle la pared, se levantó rápidamente de la cama asustado y preguntó con voz temblorosa quién estaba llamando.

Se alivió cuando supo que era una persona la que estaba llamando, una chica o eso era lo que parecía. Tenía una voz agradable y transmitía

tranquilidad. Gabriel pensó que ojalá no se callara nunca y se preguntaba por qué estaría ella

tranquilidad. Gabriel pensó que ojalá no se callara nunca y se preguntaba por qué estaría ella

allí. Una voz agradable le contestó “hola, soy Diana ¿tú eres el nuevo, verdad? Sí, dijo Gabriel, creo que le he liado bastante por esta vez.

Estuvieron hasta media noche hablando, hasta que ella le dijo que estaba cansada y tenia sueño. Gabriel no pudo dormir esa noche, estuvo pensando mucho en esa chica, nunca tuvo una conversación tan larga con una chica, es más, nunca tuvo una conversación con ninguna chica. En el colegio nunca se acercó a ninguna chica porque no sabía cómo comportarse con ellas, y se sentía incomodó cada vez que alguna chica le hablaba. Siempre las rechazaba e intentaba no tener ninguna relación con ellas, no sabía ni él mismo por qué lo hacía, no entendía el por qué de su forma de ser.

Pensando y pensando, los pajaritos empezaron a cantar y la luz entró por la ventana, a punto estuvo de dormirse cuando le llamaron a la puerta y le dijeron que se iba a juntar con sus compañeros. Había chicos y chicas, se presentaron todos y se preguntó que por qué todos esos chavales estaban ahí, no tenían cara de malos.

Pasaron los años, Gabriel ya no era un niño, ahora ya era casi un adulto. Ya no hurtaba comida en el supermercado, se dedicaba a atracar a la gente a punta de cuchillo para calmar su adicción a la droga, pero tanto va el cántaro a la fuente que acaba rompiéndose.

A Gabriel le cogieron en uno de sus atracos y le llevaron a un centro de rehabilitacion. El esperaba que le encerrarían en una jaula que oliera mal y no le darían ni de comer y que se tiraría todo el día limpiando alcantarillas. Pero cuando entró, lo vio todo distinto, era todo limpio. Al principio él se sentía muy incómodo y vergonzoso, no conocía a nadie. Le dieron una habitación y algunos libros para leer. Empezó a leer y le vinieron rápidamente flashes a la cabeza y pensaba si se podrían borrar esas imágenes como fotos en el móvil, pero no. El vacio le quemaba el pecho, alli estaba, no se lo