POR QUIEN DOBLAN LAS CAMPANAS Hemingway,Por quien doblan las campanas (1) | Page 188
C APÍTULO VEINTITRÉS
—Agáchate –susurró Robert Jordan a Agustín.
Y volviéndose, le hizo señas con la mano para indicarle «abajo, abajo» a
Anselmo, que se acercaba por el claro con un pino sobre sus espaldas que
parecía un árbol de Navidad. Vio cómo el viejo dejaba el árbol tras una
roca y desaparecía. Luego se puso a observar el espacio abierto en la
dirección del bosque. No veía nada; no oía nada, pero sentía latir su
corazón. Luego oyó el choque de una piedra que caía rodando y golpeaba en
otras piedras, haciendo saltar ligeros pedazos de roca. Volvió la cabeza
hacia la derecha y, levantando los ojos, vio el fusil de Primitivo
elevarse y descender horizontalmente cuatro veces. Después no vio más que
el blanco espacio frente a él, con la huella circular dejada por el
caballo gris y, más abajo, la línea del bosque.
—Caballería –susurró Agustín, que le miró. Y sus mejillas, oscuras y
sombrías, se distendieron en una sonrisa.
Robert Jordan advirtió que estaba sudando. Alargó la mano y se la puso en
el hombro. En aquel momento vieron a cuatro jinetes salir del bosque y
Robert Jordan sintió los músculos de la espalda de Agustín, que se
crispaban bajo su mano.
Un jinete iba delante y tres cabalgaban detrás. El que los guiaba seguía
las huellas del caballo gr