POR QUIEN DOBLAN LAS CAMPANAS Hemingway,Por quien doblan las campanas (1) | Page 187

—No quiero ramas –replicó Jordan–; quiero dos arbolitos pequeños que podamos poner aquí y hacer que parezcan naturales. No hay aquí árboles bastantes como para que esto pase inadvertido. —Los traeré entonces. —Córtalos bien hasta abajo, para que no se vean los tacones. Robert Jordan oyó el ruido de hachazos en el monte, a sus espaldas. Miró hacia arriba y vio a Primitivo entre las rocas, y luego volvió a mirar hacia abajo, entre los pinos, más allá del claro. Uno de los cuervos seguía en su sitio. Luego oyó el zumbido sordo de un avión a gran altura. Miró a lo alto y lo vio, pequeño y plateado, a la luz del sol. Apenas parecía moverse en el cielo. No nos pueden ver desde allí –dijo a Agustín–; pero es mejor estar escondidos. Ya es el segundo avión de observación que pasa hoy. ¿Y los de ayer? –preguntó Agustín. Ahora me parecen una pesadilla –dijo Robert Jordan. Deben de estar en Segovia. Las pesadillas aguardan allí para hacerse realidad. El avión se había perdido de vista por encima de las montañas, pero el zumbido de sus motores aún persistía. Mientras Robert Jordan miraba a lo alto, vio al cuervo volar. Volaba derecho, hasta que se perdió entre los árboles, sin soltar un graznido.