Populismos periferiacpg-2019 | Page 83

Perifèria. Cristianisme, Postmodernitat, Globalització 6/2019 en el campo de las determinaciones con- cretas vinculadas a la corporeidad, a ve- ces enfatizado específicamente su carác- ter sexuado. Aunque estas identidades dan lugar a “nosotros” tribales, el interés neoliberal en ellas estriba en su poten- cial individualizante y en su capacidad para transgredir de los vínculos sociales tradicionales. El nacional-populismo, por su parte, apela a las identidades simbó- licamente mediadas para contraponerse a las dinámicas destructivas del capita- lismo global. En este sentido, su pers- pectiva es inequívocamente simbólica y tribal. En el nacional-populismo siempre hay “otros” que son culpables de todas las desgracias, con lo que se excluye de entrada toda perspectiva global. Cierta- mente, la izquierda puede jugar estos jue- gos. También puede tratar de reconstruir algún “nosotros” parcial, como el de los “ilustrados”, al que suelen jugar los inte- lectuales. Sin embargo, la pregunta era quién puede combatir verdaderamente a la “bestia”, presentando una alternativa viable al capitalismo global. su propio valor, y con ello su propia hu- manidad, por los resultados de las pro- pias acciones. Al hacerlo, el ser humano se olvida de las propias acciones, de los propios actos, para medirse a sí mismo por las cosas que surgen de ellos. De esta manera, el ser humano se cosifica a sí mismo, y cosifica a todos los demás. En definitiva, los símbolos tribales no son sino cosas, con las cuales se define un nosotros cosificado y, por tanto, deshu- manizado. La liberación de la bestia im- plica mucho más que alguna corrección política o socio-económica. La liberación de la bestia implica redimir lo más radical de la humanidad, constituyendo, a partir de la apertura radical de los actos huma- nos, una identidad verdaderamente hu- mana. ¿Quién podrá combatir a la bes- tia? Quien pueda hablar humanamente en nombre de la radical humanidad. No hemos considerado, hasta aquí, la ín- dole propia de las identidades que pro- vienen de aquello que usualmente se lla- ma “religión”. El término es, en realidad, muy amplio, y comprende fenómenos no solamente distintos, sino a veces verda- deramente opuestos entre sí. Más allá de cualquier intento de sistematización, que sobrepasaría los límites de este tra- bajo, podemos decir que, en ciertas for- mas religiosas, aparece la pretensión de construir identidades verdaderamente globales. El muchas de las llamadas “re- ligiones universales”, el ser humano ya no es considerado en función de ciertos rasgos tribales, sino más bien en función de su posición ante algún tipo de divini- Y aquí cabe pensar en la conveniencia, o incluso en la necesidad, de algún tipo de identidad que, lejos de cerrarse tribal- mente, pueda permanecer abierta a toda la humanidad. La razón no estriba sola- mente en el alcance global de la bes- tia. La razón estriba en su misma bes- tialidad. Es decir, se trata de proponer alternativas que sean verdaderamente humanas. La civilización del capital lle- va a su plenitud una vieja tendencia del corazón humano, que consiste en medir 83