Populismos periferiacpg-2019 | Page 82

Perifèria. Cristianisme, Postmodernitat, Globalització 6/2019 cal: en el ser humano, la identidad radi- cal y la alteridad básica tienen un mismo origen en los actos. Identidad y alteridad son co-originarias. A diferencia de cual- quier enfoque a partir del sujeto, de la conciencia o del lenguaje, los actos nos sitúan en una perspectiva radical, en la que emerge tanto lo más propio de la identidad personal, como también el ori- gen mismo de la vinculación a los otros. En esta vinculación, los otros no son pri- meramente cuerpos tras los que hemos de suponer un yo, sino que son más bien integrantes del “nosotros” que caracteriza radicalmente a los actos compartidos. Y, sin embargo, los otros no se confunden con el “yo”. Los actos humanos, desde su misma raíz, acontecen acotados en el “aquí” de un cuerpo. En el propio cuerpo, “persuenan” los actos, de modo que to- dos los actos, incluso los actos compar- tidos, son actos “personales”. 18 El cuer- po, antes de ser cosa, es la carne en la que acontecen los propios actos. De ahí que el cuerpo sea también definidor de la identidad. No se trata ahora del nivel radical de la identidad, constituido por los actos, sino de la “carne” que define los actos, determinando quien soy. El cuer- po no es simplemente algo que tenemos, sino una carne que somos. 19 en su diferenciación radical entre la hu- manidad y el resto de la animalidad. En segundo lugar, el cuerpo como carne de- termina una identidad radicalmente indivi- dual, por más que incluso la corporeidad, como carne, permanezca abierta al com- partir de los actos con los demás. Dicho hebraicamente: abierta a llegar a ser una sola carne. Sin embargo, pareciera que estas formas radicales de identidad re- quieren en los seres humanos algo más. Es lo que sucede, por ejemplo, cuando desde la noche de los tiempos el cuerpo es tatuado. En este caso, desde los actos, y desde la carne, se pasa a los símbo- los como determinantes de la identidad. Los símbolos, como institución, permiten ciertamente los grandes avances comu- nicativos que entraña el lenguaje humano y todas las instituciones que se constitu- yen por medio del mismo. Y, sin embar- go, los símbolos también cumplen una función de identidad. Ellos son capaces de constituir ahora un nuevo “nosotros”. Pero ya no se trata del “nosotros”, indefi- nidamente abierto, de los actos comparti- dos. Ahora tenemos un nuevo “nosotros”, definido por los símbolos, y que permite dejar fuera a los “otros”. Del “nosotros” abierto de los actos se ha pasado al “no- sotros” de la tribu. Contemplamos entonces dos grandes niveles de constitución de lo más radi- cal de la identidad. Ante todo, los actos mismos, en su diferencia de las cosas, y El desafío de la identidad humana ¿Qué tiene que ver todo esto con las ta- reas abiertas en el mundo contemporá- neo? Podríamos decir lo siguiente: algu- nas de las identidades individualizantes a las que recurre el neoliberalismo se sitúan 18  Siguiendo la etimología popular, no técnica, de “persona”. 19  Cf. A. González, “El cuerpo que somos”, Revista Perifèria 13 (2016) 12-24. 82