Perifèria. Cristianisme, Postmodernitat, Globalització 6/2019
mínimos de supervivencia, dignidad, y li-
bertad de los que carecen aquellos que
fabrican los artilugios de lujo que lucen los
“izquierdistas” de antaño.
sus distintos cambios. 12 Aquí cabe plan-
tear distintos problemas lógicos, como el
que se pregunta por las condiciones para
que una sustancia pueda ser idéntica a sí
misma, o también la cuestión de si pue-
de haber dos sustancias idénticas. 13 Aho-
ra bien, el que plantea estos problemas,
identificado o no unas cosas con otras,
es un sujeto. Desde el punto de vista mo-
derno, la raíz de toda identidad, al menos
de toda identidad humana, estaría en la
subjetividad. Con la crisis de la subjetivi-
dad, se ha recurrido a los relatos y a las
promesas como modos de replantear el
problema de la identidad humana en tér-
minos de una “ipseidad”, que estaría su-
jeta al cambio, a la historicidad, y a la re-
lación con los demás. 14
¿Qué es la identidad?
¿Por qué esta alteración básica de las
prioridades de la izquierda? ¿Por qué los
“parias de la tierra” y la “famélica legión”
son sustituidos por otros programas que
no plantean verdaderas alternativas al sis-
tema? Aparte de la miopía, de la corrup-
ción, y de las inercias, hay otra importan-
te razón: la identidad. La izquierda parece
incapaz de proponer una identidad ligada
a un proyecto de transformación real y
global, que pueda servir de contrapunto
a las identidades nacional-populistas o a
las identidades individualizantes del neo-
liberalismo. Ahora bien, pensar en serio
significa también plantearse radicalmente
qué es lo que significa identidad.
Con todo, no deja de ser significativo el
ipse latino, al igual que el idem, tengan
originalmente un sentido demostrativo,
por más que lo que ahora se demuestre
no sea una cosa, sino una fidelidad a las
palabras dadas. Sin embargo, es posible
que lo más radical de la identidad humana
no esté ni en una sustancia, ni en un su-
jeto, ni en una relación entre conciencias,
ni en la realización de lo prometido. En
todos los casos, la identidad se pone de-
lante de nosotros, se separa de nuestros
actos, para acudir al sujeto de los mis-
mos, o a las cosas que surgen en esos
actos. ¿Y si lo más radical del ser humano
estuviera en los actos mismos? Los actos
Desde un punto de vista etimológico, la
identidad procede del latino idem, que en
último término parece derivar de términos
indoeuropeos con una función demos-
trativa: la identidad sería un “esto”, algo
que puede estar determinado ante noso-
tros. 11 O, como dirían los griegos, un tóde
ti. De ahí que filosóficamente se pensa-
ra la identidad como una entidad, de la
cual podríamos predicar cosas. Por ello,
lo idéntico sería una sustancia que recibe
predicados, y que permanece a través de
12 Cf. Aristóteles, Metafísica 1028 b 36 - 1029 a 2;
1029 a 27-29; 1049 a 26-28.
13 Cf. L. Wittgenstein, Tractatus logico-
philosophicus, 5.5301-5.5303.
14 Cf. P. Ricoeur, Soi-même comme un autre,
Paris, 1990, pp. 137-198.
11 Cf. J. Pokorny, Indogermanisches etymologisches
Wörterbuch, 2 vols., Berna-Múnich, 1959; vol. 1, pp.
181-183, 281286.
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