Perifèria. Cristianisme, Postmodernitat, Globalització 6/2019
pensado que todas ellas son actividades
igualmente progresistas, cuando lo único
que tienen en común es que se oponen
a lo que el difunto dictador hubiera he-
cho. Tal vez de ahí el interés en sacarlo de
su tumba, resucitándolo simbólicamente,
como vía desesperada para la definición
de la propia identidad.
enteras desilusionadas por los discursos
demagógicos, arruinadas y hambrien-
tas. Ciertamente, la defensa de la liber-
tad individual (“la libertad de elección”,
como se dice tautológicamente) es un
elemento indispensable de todo auténti-
co interés en el futuro de la humanidad.
Pero cabe también pensar que, como se
ha visto tantas veces, es precisamente la
familia estable la que se convierte en una
última tabla de salvación cuando arrecian
las crisis que inexorablemente vendrán si
las estructuras económicas globales no
son radicalmente revisadas. Una mezcla
de nacional-populismo y de neoliberalis-
mo no es necesariamente la mejor receta
para el futuro, ni la mejor definición de una
verdadera esperanza para la humanidad.
La humanidad posiblemente requiere
una izquierda inteligente, no una izquierda
aferrada a las inercias del siglo pasado.
Y esto significa pensar qué es lo que se
quiere, por qué se quiere, y cuáles son
los medios adecuados para conseguirlo.
La disolución hermenéutica posiblemen-
te refleja bien el resquebrajamiento de los
esquemas pasados. Pero no es suficiente
para presentar alternativas a un capitalis-
mo desbocado y a un nacional-populis-
mo que sí saben bien lo que desean. El
pensar crítico no puede ser verdadera-
mente crítico sin unas referencias éticas
y utópicas, sin las cuales es imposible
presentar alternativas que sean distintas
y atractivas. ¿Se quiere realmente buscar
el bien de la humanidad? ¿Se puede al-
canzar el bien de toda la humanidad, y del
planeta que habita, en el marco del pre-
sente sistema económico? ¿Hay alguna
alternativa viable al mismo?
En realidad, el único punto en el que la
agenda de la izquierda post-revoluciona-
ria es verdaderamente anti-capitalista, sin
identificarse con el nacional-populismo ni
con el liberalismo, se encuentra en el ám-
bito de las reivindicaciones ecológicas.
La defensa del medioambiente, a diferen-
cia de la necesaria defensa de los dere-
chos migratorios, se opone directamente
a las dinámicas internas del capital, que
es perfectamente ignorante del deterio-
ro planetario, y de sus efectos sobre las
generaciones venideras. Ciertamente, el
nacional-populismo puede a veces esgri-
mir argumentos ecológicos, aunque su
margen de actuación respecto al capita-
lismo global es escaso. De hecho, el con-
trol racional de las dinámicas ecológica-
mente destructivas del capitalismo tiene
que realizarse en una perspectiva global.
Una izquierda pensante tendría que pon-
derar sus alianzas con el nacional-po-
pulismo y sus alianzas con los sistemas
de valores del individualismo neoliberal.
Ciertamente, el nacionalpopulismo re-
siste al capitalismo, pero parece hacer-
lo por caminos que dejan a poblaciones
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