Perifèria. Cristianisme, Postmodernitat, Globalització 6/2019
vía de acceso del nacional-populismo al
poder, por más que ese mismo acceso
suela ser, al mismo tiempo, el inicio del
fin de las instituciones liberales clásicas.
Por eso, para las ideologías del capitalis-
mo, es importante acentuar al máximo la
defensa de aquellas identidades que no
estén ligadas a los estados nacionales.
No se trata solamente de las identidades
de género. También las marcas, los de-
portes (¡no demasiado nacionalistas!), las
tecnologías, las redes sociales, o la mis-
ma ciencia pueden utilizarse como fuen-
tes, más o menos exitosas, de identidad.
Todo ello puede ser promocionado, al
mismo tiempo que se recortan algunos
caracteres esenciales de la “democracia
liberal”, como la libertad de prensa, de
expresión, de religión o de manifestación.
asumía como principal tarea la de velar
por los intereses de los capitales locales.
De ahí la necesidad de presentar como
“naturales” (y usar el término “nación”)
para organizar territorialmente las iden-
tidades, el hilo del uso e imposición de
alguna “lengua nacional”.
Cuando el capitalismo se globaliza, esta
alianza inicial entre el nacionalismo y el ca-
pitalismo se hace inviable, pues los intere-
ses del capital ya no coinciden necesaria-
mente con los intereses de las “naciones”,
ni siquiera en el caso de las naciones más
favorecidas y mejor situadas en los mer-
cados globales. Cuando la inmensa ma-
yoría de la población es afectada negati-
vamente por las dinámicas del capital, el
nacionalismo pasa a ser una manera de
oposición al capitalismo. Nace entonces
el nacional-populismo, que es capaz en
muchos casos de atraer hacia sí a los mi-
litantes de los antiguos movimientos so-
cialistas, o de seducir completamente a
estos movimientos, al presentarse como
la verdadera y eficiente alternativa al capi-
talismo global.
En el pasado, las identidades “naciona-
les” fueron aliadas naturales del capita-
lismo incipiente, pues precisamente las
“naciones” creadas en la modernidad po-
dían sustituir a las viejas identidades me-
dievales, basadas en pertenencias a es-
tratos inamovibles, a gremios, a familias
estables, o a asociaciones religiosas. 7 La
nueva movilidad del trabajo y del capital
destruía las identidades tradicionales, y
el nacionalismo se podía entonces ofre-
cer como una nueva identidad, capaz
de aglutinar a todos los habitantes de
un mismo territorio, ocultando sus dife-
rentes posiciones de clase en las nuevas
relaciones capitalistas, y presentando al
verdadero enemigo como alguien exte-
rior a la “nación”, cuyo flamante estado
7
Ahora bien, en su resistencia al capitalismo
global, el nacional-populismo adolece de
una constitutiva limitación. Cuando llega
al poder político, el nacional-populismo se
muestra como radicalmente inviable. Esta
inviabilidad tiene dos aspectos principales.
Por una parte, su capacidad de configurar
la identidad “nacional” de todo un territorio
es sensiblemente limitada. En la era de las
comunicaciones globales, la pretensión de
presentar como “natural” una determina-
Cf. Z. Bauman, Identidad, Barcelona, 2018.
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