Perifèria. Cristianisme, Postmodernitat, Globalització 6/2019
de las megaempresas” (Bauman, 1999,
pos. Kindle 1,153), manteniendo a raya
a las clases trabajadoras con el discurso
de que “no hay alternativa” a las políticas
ultra-liberalizadoras. “En el mundo de las
finanzas globales, la tarea que se asigna
a los Gobiernos estatales es poco más
que la de grandes comisarias” (Bauman,
1999, pos. Kindle 2079).
La alternativa populista se presenta como
la vía para que los estados y “los pueblos”
recuperen la soberanía y la libertad frente
a la dictadura de los mercados globaliza-
dos y sus instituciones.
Así lo expresa M. Le Pen: “No acepto
que el dinero sea el único principio polí-
tico de la sociedad, lo que da acceso al
poder, al discurso, a la información, a la
relación. (...) La afirmación “no hay alter-
nativa” es la misma negación de la po-
lítica. Si existe la política y, por tanto, la
libertad de los pueblos para autodeter-
minarse, siempre hay una alternativa. Y
vemos en la hegemonía de aquellos que
pretenden someter el debate político a la
ciencia económica, una nueva religión y
un nuevo fundamentalismo. Este libera-
lismo equivocado es el peor enemigo de
la democracia”(Le Pen, 2019).
Los países tienen fronteras porosas para
los movimientos financieros, ya no con-
trolan su moneda, se diluye su cultura
“nacional”, sus ejércitos no salvaguardan
las fronteras y –esto es lo más grave– han
perdido capacidad de servir a los ciuda-
danos: los servicios públicos se han dete-
riorado, la protección de los trabajadores
disminuye, los sistemas de pensiones ya
no están asegurados. “El estado social”
flaquea y esto induce en los ciudadanos
un sentimiento creciente de incertidum-
bre y desprotección y, en muchos casos,
de abandono. La gente culpa de ello a los
partidos “tradicionales” que se han ido
turnando en el gobierno. Ni los partidos
de derecha liberal que siempre han can-
tado las glorias de la globalización, ni una
socialdemocracia incapaz de hacer frente
a los mercados, pueden ofrecer alternati-
vas creíbles. En estas circunstancias, mu-
cha gente se vuelve sensible a la promesa
de que su país recobrará el control de su
destino: los líderes populistas aparecen
en el escenario apelando a la soberanía
popular contra los mercados, las me-
gaempresas o los bancos, mientras re-
chazan “la ideología de la globalización”.
A los males de globalización se oponen
la intervención estatal en la economía y
sobre todo el nacionalismo económico.
En año, 2014, la misma Marine Le Pen
aseguraba en su cuenta de Twitter (7-12-
2014) que «la globalización es una barba-
ridad, y corresponde al estado nacional
limitar sus abusos y regularlos”. Según
Steve Bannon, tras el “movimiento” po-
pulista hay una idea: “Sólo se trata de so-
beranía, de hacerte cargo de tu destino”
(Verdú, 2019). Trump expresó el mismo
objetivo en términos análogos el primer
día de su presidencia: “A partir de este
día, una nueva visión va a gobernar nues-
tro país. A partir de este momento, va a
ser América primero. Cada decisión so-
56