Perifèria. Cristianisme, Postmodernitat, Globalització 6/2019
estatal. “Ahora se abre una brecha entre
política y economía” que parece insalva-
ble (Bauman, 1999, pos. Kindle 965). “El
capital se ha vuelto extraterritorial, liviano,
desahogado y desarraigado hasta niveles
inauditos, y su recientemente adquirida
capacidad de movilidad espacial alcanza,
en la mayoría de los casos, para extor-
sionar a los agentes locales de la política
y obligarlos a acceder a sus demandas”
(Bauman, 2000, pos. Kindle 3390).
te afectación a los servicios públicos. “To-
dos somos conscientes –dice Marine Le
Pen– de que la globalización ha enrique-
cido a algunas empresas que han sabido
producir allí donde el trabajo es gratuito y
vender allí donde el poder de compra es
elevado, arruinando a territorios, creando
millones de parados y destruyendo las
clases medias, es decir, el pilar de nues-
tras democracias “(Le Pen, 2019).
Los estados sufren el chantaje de las
empresas que amenazan continuamen-
te con trasladar sus fábricas a donde
las condiciones les sean más favorables:
salarios más bajos, contratos precarios,
baja protección social, impuestos redu-
cidos. Por eso intentan “dar confianza a
los mercados” y “alentar las inversiones”
a base del control del gasto público, la re-
ducción impositiva, la reforma del sistema
de protección social o la eliminación de
“las rigideces del mercado de trabajo”.
La expresión que lo resume todo es “ra-
cionalización de la economía” (Bauman,
1999, pos. Kindle 1845-97). Entran en
juego los tópicos de la dogmática neoli-
beral asociada a la globalización.
J. Arcenillas, Sleepers
En la época del capitalismo moderno, los
estados complementaban los sueldos pri-
vados con servicios públicos para todos
(sanidad, educación, pensiones, seguro
de desempleo) y las empresas perma-
necían más fieles a los territorios donde
los estados se cuidaban de sus trabaja-
dores. Hoy, en el capitalismo globalizado
posmoderno, la movilidad extrema del
capital ha reducido al mínimo la capaci-
dad de maniobra de los estados, los cua-
les, presionados por las empresas y los
mercados, deben hacerse cargo en so-
litario de las consecuencias de las deslo-
calizaciones, las regulaciones de plantillas
o las recesiones. Los gobiernos actúan
entonces como “servicio de seguridad
Las consecuencias de la aplicación de
esta ideología son el crecimiento de la
desigualdad entre la población asalariada,
territorializada, y las élites globalizadas, el
debilitamiento de la capacidad negocia-
dora de los trabajadores y de los sindi-
catos, y la disminución de los recursos
públicos procedentes vía impuestos de la
actividad empresarial, con la consecuen-
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