Perifèria. Cristianisme, Postmodernitat, Globalització 6/2019
den a menudo de las formalidades demo-
cráticas y desprecian las instituciones, se
mueven al filo de las leyes, se enfrentan al
Parlamento (Johnson, Trump,...) si es ne-
cesario, y también a los jueces o la prensa
libre: todos ellos conforman el “tinglado”
que hay que remover para satisfacer las
demandas populares. Contraponen de
forma permanente la democracia nacio-
nal a los órganos multinacionales de coo-
peración, que creen dominados por la
“ideología de la globalización”. El popu-
lismo promete una estricta obediencia de
los gobiernos a los intereses particulares
de la nación a base de ignorar a los del
resto de países; menosprecia a la par-
te de la nación que no comulga con sus
políticas y amenaza los derechos de las
minorías, los colectivos que protestan, las
ONGs de los derechos humanos, etc.
el “sistema de la posverdad” (Vicens,
2018), que utilizan como un arma po-
lítica de primera magnitud: más que los
hechos, lo que importa es lo que quieren
trasladar como mensaje político, lo que la
gente tiene que creer en cada momen-
to: “¿Es que [las falsedades atribuidas
al presidente] son más importantes que
las muchas cosas que dice que son ver-
dad y que están cambiando la vida de la
gente?”, interrogaba a los periodistas de
la Casa Blanca la asesora de Trump Ke-
llyanne Conway. Las creencias deseables
de los votantes deben producirse al coste
que sea y si es preciso hay que ignorar
los hechos, exagerarlos, tergiversarlos,
olvidarlos, desmentirlos, o inventar otros
nuevos totalmente falsos (“hechos alter-
nativos”). Todos los elementos que confi-
guran el sistema de la posverdad se po-
nen al servicio de las políticas populistas:
la publicidad y el marketing electoral, la
manipulación subrepticia del electorado
en las redes sociales, los recursos de la
manipulación psicológica de las masas,
la exaltación de una “cultura nacional”
frente a la cultura progresista y el multi-
culturalismo anti-nacional. Entretanto, los
“intelectuales”, los “expertos”, los “tecnó-
cratas”, las instituciones de investigación
científica o la prensa de investigación son
presentados como manipuladores intere-
sados de la opinión pública: “Os invito a
desconfiar de las caricaturas vehiculadas
por los periodistas, a menudo hostiles a
las ideas que defiendo”, pedía Marine Le
Pen en el auditorio de la Fundación Spi-
noza (Le Pen, 2019).
6) Si la demagogia acompaña habitual-
mente a la política, se podría decir que
en el populismo política y demagogia se
identifican absolutamente. El populismo
vive de la adulación de la “gente senci-
lla” y de la exaltación constante de las
emociones populares; de éstas, estimu-
la las más negativas a base de exagerar
los aspectos más oscuros de la realidad
social y política y de renunciar a un análi-
sis racional y objetivo de las situaciones;
abona al lenguaje maniqueo y las dicoto-
mías sin alternativas: hay buenos y malos,
amigos y enemigos, patriotas y traidores,
los de “arriba” y los de “abajo”.
Por todo ello, no es extraño que los po-
pulismos se instalen decididamente en
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