Conjuga juventud y vejez en algunos poemas en los que
conversan dos personas a las que les separa esa distancia en
edad pero a las que algo en común les une, y de lo que se extrae
alguna moraleja, consejo o profecía.
En otros poemas se hace mención a algún concepto actual
que antiguamente no existía, por ejemplo el que define una mo-
derna costumbre social como el botellón. Esto consigue hacerlo
porque tiene una gran capacidad de comprender y entender los
tiempos modernos que también está viviendo, en contraste con
«lo de antes».
Juan está inmerso en una ciudad cosmopolita, turística,
de gran diversidad cultural, de procedencias y de realidades
como es la Barcelona de hoy, pues además vive en pleno
centro neurálgico, en su estimada calle de la Cera, en el
Raval. Está acostumbrado al barullo, y eso ya forma parte
de su identidad y lo necesita. Esto, quizá, puede chocar con
la imagen tópica cuando pensamos en una persona mayor,
que, sobre todo, si es de pueblo o de las afueras de la ciu-
dad, nunca se haya dedicado al espectáculo y prefiera a esas
alturas de la vida más tranquilidad, huyendo o evitando el
mundanal ruido y las aglomeraciones. Pero este es el hábitat
de Juan, y me fascina la soltura y la seguridad con las que
sigue moviéndose por las calles, entre la muchedumbre y el
tráfico.
Así, pues, es una poesía de intuición y experiencia, humana
y natural. Popular y de fácil comprensión. Como es lógico, su
poesía se nutre de su mundo psíquico interior, formado por
sus experiencias en la pintura, algunos viajes a países europeos,
el círculo festivo musical rumbero, algunas profesiones como
vendedor ambulante, así como otras características de vida per-
sonales y laborales propias o de familiares cercanos. Su memoria
y sus vivencias uniéndose con la imaginación abona sus escritos.
Juan como persona que ha vivido esos sentimientos y, a la vez,
como intérprete de los mismos.