Philosophically Speaking: Annals of the International Philosophy Grou Philosophical-Annals-I-2016 | Page 32
ANTI-TEO Vivir, pensar y saber en la realidad
espíritu humano la luz de la razón, Dios no puede negarse a sí mismo ni lo verdadero
contradecir jamás a lo verdadero» (Concilio Vaticano I: DS 3017). «Por eso, la investigación
metódica en todas las disciplinas, si se procede de un modo realmente científico y según las
normas morales, nunca estará realmente en oposición con la fe, porque las realidades
profanas y las realidades de fe tienen su origen en el mismo Dios. Más aún, quien con espíritu
humilde y ánimo constante se esfuerza por escrutar lo escondido de las cosas, aun sin
saberlo, está como guiado por la mano de Dios, que, sosteniendo todas las cosas, hace que
sean lo que son»” Es decir, que solo es ciencia lo que le conviene a la Iglesia y su dogma.
Cuando se exigen pruebas de la existencia de Dios, nunca se dan, limitándose a
replicar con un contraataque consistente en pedir pruebas de su inexistencia. En tal situación,
suelen darse esfuerzos por demostrar su inexistencia, pero nunca es definitivo, porque tantas
definiciones y atribuciones de Dios conlleva a nuevas demostraciones, y así hasta el infinito,
porque siempre se pueden hacer nuevas demotraciones y atribuciones sobre algo desconocido
y misterioso. Sin embargo, lo cierto es que no es necesario tan siquiera demostrar tal
inexistencia: ante una situación de una realidad material comprobable y percibida
inmediatamente por nuestros sentidos, que es lo más básico de nuestro ser, y donde se
desenvuelve nuestro conocimiento, lo demostrado es esa realidad material que afirma el
ateísmo como único. Si hay algo más, se debe demostrar, del mismo modo que ya está
demostrado la realidad del mundo en el que vivimos. Es por eso que en el contexto actual, se
debe demostrar la existencia de Dios, mientras que demostrar su no existencia equivale
sencillamente a percibir nuestra vida cotidiana.
De hecho, la contradicción de Dios con la existencia lo podemos ver en el verbo de esa
misma palabra: existir. Agustín García Calvo, uno de los más importantes filólogos españoles
del siglo XX y XXI, señala en su tratado sobre Dios que la palabra “existir” fue creada por los
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