Personajes legendarios del género de terror | Page 41

36 ni malo, sino que no ha manifestado contricción ni se ha dirigido a Dios o la luz. No suelen manifestar ni la agresividad ni la ira de estos, sino tristeza y melancolía. Si un espíritu perdido al principio muestra ira, es la de un ser humano que se sintió abandonado de Dios, pero conforme avanza la sesión de oración o de exorcismo va comprendiendo que quizá la culpa de todo la tuvo él y no Dios o las personas con las que convivió. Esto es lo característico y específico de los espíritus perdidos: pueden rezar. Quizá al principio no lo hagan, pero finalmente sí. Y cuando rezan lo hacen sin odio. Un demonio sólo repite una alabanza a Dios obligado tras muchísimas oraciones del sacerdote y por una orden de éste en el nombre de Cristo, y lo hacen con odio y sin contricción. El espíritu perdido puede pedir perdón del mal cometido. El demonio nunca lo hará. Un demonio puede hacerse pasar por cualquiera (ángel, difunto o santo), pero si el exorcista insiste, con su poder sacerdotal, en ordenarle que diga su nombre, al final lo dice, mientras que un espíritu perdido por más que se le insista seguirá manteniendo que fue un ser humano. No le producen aversión los objetos sagrados ni el agua bendita, y pueden abandonar un cuerpo sin ruido. 4.9 Fantasmas y psicología CAPÍTULO 4. FANTASMA 4.10 Fantasmas y literatura Artículo principal: Cuento de fantasmas Son muchos los escritores que han tratado este tema. Ya se han mencionado ejemplos antiguos en el apartado “Historia”, pero cabe insistir en Sobre los hechos maravillosos de Flegón, liberto del emperador Adriano, porque fue origen de la leyenda sobre la esposa difunta que reaparece en Proclo y sirvió de inspiración a Goethe para su Novia de Corinto y a Washington Irving para El estudiante alemán. En el siglo XVI Gonzalo Fernández de Oviedo narra un caso real de fantasmas en sus Batallas y quincuagenas y Antonio de Torquemada menciona muchos casos demasiado crédulamente en un Jardín de flores curiosas (1570) que irritó tanto como sedujo al propio Cervantes, quien parece evocar a la estantigua en el episodio del cuerpo muerto. Hay, por otra parte, leyendas hispánicas de muertos que vuelven a la vida como vampiros bastante anteriores a las rumanas, como la del Conde Estruch (siglo XII) en el Ampurdán o la Guajona en Cantabria. En el teatro del siglo XVII aparecen obras donde los fantasmas tienen un papel destacado: Hamlet, de Shakespeare; El caballero de Olmedo y El duque de Viseo de Lope de Vega o El burlador de Sevilla de Tirso de Molina, quien se inspira a su vez en la leyenda de El convidado de piedra. El tema se desarrolla generalmente dentro del género de la novela gótica o cuento de terror, un género que empezó con el Romanticismo a finales del siglo XVIII, aun cuando fue en el XIX cuando encontró su verdadero desarrollo y máximo apogego con autores como E.T.A. Hoffmann, Edgar Allan Poe, Jean-Charles Emmanuel Nodier y Sheridan Le Fanu. Escribieron novelas góticas con relatos de fantasmas Horace Walpole (El castillo de Otranto, 1764), Matthew G. Lewis (El monje, 1794) y Charles Maturin (Melmoth el errabundo). En 1887 Oscar Wilde escribe El fantasma de Canterville. Posrománticos son Gustavo Adolfo Bécquer, Guy de Maupassant, M. R. James, R. L. Stevenson, Lafcadio Hearn, Henry James, Edith Wharton, Algernon Blackwood, Arthur Machen, M. P. Shiel etc... Se acercaron al género con mayor o menor fortuna Emilia Pardo Bazán, Richmal Crompton, E. F. Benson, William F. Harvey, Richard Middleton, W. Somerset Maugham, Elizabeth Bowen, Robert Aickman, May Sinclair, Walter de La Mare, Thomas Burke, A. E. Coppard, Charles Williams, Herbert Russell Wakefield, Alfred McClelland Burrage, A. N. L. Munby, Arthur Gray, Barry Pain, Christopher Woodforde, E. G. Swain, Hugh Walpole, John Buchan, L. T. C. Rolt, Simon Raven, Terence H. White, V. S. Pritchett y L. P. Hartley. La creencia en fantasmas puede ser inducida como alucinación por trastornos como la parálisis del sueño, el efialtes y otras diversas parasomnias, así como por síntomas como la disociación y enfermedades mentales como los diversos tipos de esquizofrenia (oír voces, ver alucinaciones, sufrir delirios) o las distintas afecciones del lóbulo temporal del cerebro, por ejemplo la Epilepsia; por otra parte el escotoma obliga a veces al cerebro a crear delirios inconscientes: fantasea creando imágenes fantasmas en los huecos donde percibe falta de información visual, como han demostrado en otros casos experimentos empíricos sobre percepción; a veces también engaña el cerebro creando historias mediante el síndrome de Korsakov o en condiciones de hipnosis o, más corrientemente, el sueño, fabulando sobre bases reales (en condiciones de hipnosis, se produce un sensible aumento de memoria, se decuplica, o más, por lo cual se pueden recuperar datos que hacen la historia más verosímil). Igualmente, muchas drogas, los llamados alucinógenos, producen fantasías fantasmagóricas, como el LSD. La Comunicación después de la muerte inducida (CDMI en español, IADC en inglés) es una técnica terapéutica basada en la EMDR que ayuda a los deudos a procesar y superar el sufrimiento por la muerte de un ser querido por medio de la evocación de fantasmas. La CDMI fue descubierta y desa- 4.11 Comunicación con fantasmas rrollada en 1995 por el psicólogo estadounidense Allan Botkin, durante su trabajo con veteranos de la guerra de A medida que el hombre moderno ha ido desarrollando Vietnam. Se fundamenta en el demostrado valor curativo nuevas tecnologías de comunicación, los interesados en obtener información de fantasmas las han usado y así se de las Experiencias cercanas a la muerte.