Personajes legendarios del género de terror | Page 41
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ni malo, sino que no ha manifestado contricción ni se ha
dirigido a Dios o la luz. No suelen manifestar ni la agresividad ni la ira de estos, sino tristeza y melancolía. Si un
espíritu perdido al principio muestra ira, es la de un ser
humano que se sintió abandonado de Dios, pero conforme
avanza la sesión de oración o de exorcismo va comprendiendo que quizá la culpa de todo la tuvo él y no Dios o
las personas con las que convivió. Esto es lo característico y específico de los espíritus perdidos: pueden rezar.
Quizá al principio no lo hagan, pero finalmente sí. Y cuando rezan lo hacen sin odio. Un demonio sólo repite una
alabanza a Dios obligado tras muchísimas oraciones del
sacerdote y por una orden de éste en el nombre de Cristo,
y lo hacen con odio y sin contricción. El espíritu perdido
puede pedir perdón del mal cometido. El demonio nunca
lo hará. Un demonio puede hacerse pasar por cualquiera
(ángel, difunto o santo), pero si el exorcista insiste, con su
poder sacerdotal, en ordenarle que diga su nombre, al final lo dice, mientras que un espíritu perdido por más que
se le insista seguirá manteniendo que fue un ser humano.
No le producen aversión los objetos sagrados ni el agua
bendita, y pueden abandonar un cuerpo sin ruido.
4.9 Fantasmas y psicología
CAPÍTULO 4. FANTASMA
4.10 Fantasmas y literatura
Artículo principal: Cuento de fantasmas
Son muchos los escritores que han tratado este tema.
Ya se han mencionado ejemplos antiguos en el apartado
“Historia”, pero cabe insistir en Sobre los hechos maravillosos de Flegón, liberto del emperador Adriano, porque
fue origen de la leyenda sobre la esposa difunta que reaparece en Proclo y sirvió de inspiración a Goethe para
su Novia de Corinto y a Washington Irving para El estudiante alemán. En el siglo XVI Gonzalo Fernández de
Oviedo narra un caso real de fantasmas en sus Batallas y
quincuagenas y Antonio de Torquemada menciona muchos casos demasiado crédulamente en un Jardín de flores curiosas (1570) que irritó tanto como sedujo al propio Cervantes, quien parece evocar a la estantigua en el
episodio del cuerpo muerto. Hay, por otra parte, leyendas hispánicas de muertos que vuelven a la vida como
vampiros bastante anteriores a las rumanas, como la del
Conde Estruch (siglo XII) en el Ampurdán o la Guajona
en Cantabria. En el teatro del siglo XVII aparecen obras
donde los fantasmas tienen un papel destacado: Hamlet,
de Shakespeare; El caballero de Olmedo y El duque de
Viseo de Lope de Vega o El burlador de Sevilla de Tirso
de Molina, quien se inspira a su vez en la leyenda de El
convidado de piedra. El tema se desarrolla generalmente dentro del género de la novela gótica o cuento de terror, un género que empezó con el Romanticismo a finales del siglo XVIII, aun cuando fue en el XIX cuando encontró su verdadero desarrollo y máximo apogego
con autores como E.T.A. Hoffmann, Edgar Allan Poe,
Jean-Charles Emmanuel Nodier y Sheridan Le Fanu. Escribieron novelas góticas con relatos de fantasmas Horace
Walpole (El castillo de Otranto, 1764), Matthew G. Lewis
(El monje, 1794) y Charles Maturin (Melmoth el errabundo). En 1887 Oscar Wilde escribe El fantasma de Canterville. Posrománticos son Gustavo Adolfo Bécquer, Guy
de Maupassant, M. R. James, R. L. Stevenson, Lafcadio
Hearn, Henry James, Edith Wharton, Algernon Blackwood, Arthur Machen, M. P. Shiel etc... Se acercaron al
género con mayor o menor fortuna Emilia Pardo Bazán,
Richmal Crompton, E. F. Benson, William F. Harvey,
Richard Middleton, W. Somerset Maugham, Elizabeth
Bowen, Robert Aickman, May Sinclair, Walter de La
Mare, Thomas Burke, A. E. Coppard, Charles Williams,
Herbert Russell Wakefield, Alfred McClelland Burrage,
A. N. L. Munby, Arthur Gray, Barry Pain, Christopher
Woodforde, E. G. Swain, Hugh Walpole, John Buchan,
L. T. C. Rolt, Simon Raven, Terence H. White, V. S. Pritchett y L. P. Hartley.
La creencia en fantasmas puede ser inducida como
alucinación por trastornos como la parálisis del sueño, el
efialtes y otras diversas parasomnias, así como por síntomas como la disociación y enfermedades mentales como
los diversos tipos de esquizofrenia (oír voces, ver alucinaciones, sufrir delirios) o las distintas afecciones del lóbulo
temporal del cerebro, por ejemplo la Epilepsia; por otra
parte el escotoma obliga a veces al cerebro a crear delirios inconscientes: fantasea creando imágenes fantasmas
en los huecos donde percibe falta de información visual,
como han demostrado en otros casos experimentos empíricos sobre percepción; a veces también engaña el cerebro creando historias mediante el síndrome de Korsakov o en condiciones de hipnosis o, más corrientemente, el sueño, fabulando sobre bases reales (en condiciones
de hipnosis, se produce un sensible aumento de memoria, se decuplica, o más, por lo cual se pueden recuperar
datos que hacen la historia más verosímil). Igualmente,
muchas drogas, los llamados alucinógenos, producen fantasías fantasmagóricas, como el LSD. La Comunicación
después de la muerte inducida (CDMI en español, IADC
en inglés) es una técnica terapéutica basada en la EMDR
que ayuda a los deudos a procesar y superar el sufrimiento por la muerte de un ser querido por medio de la evocación de fantasmas. La CDMI fue descubierta y desa- 4.11 Comunicación con fantasmas
rrollada en 1995 por el psicólogo estadounidense Allan
Botkin, durante su trabajo con veteranos de la guerra de A medida que el hombre moderno ha ido desarrollando
Vietnam. Se fundamenta en el demostrado valor curativo nuevas tecnologías de comunicación, los interesados en
obtener información de fantasmas las han usado y así se
de las Experiencias cercanas a la muerte.