Personajes legendarios del género de terror | Page 12

1.3. LA INICIACIÓN DE LA BRUJA judíos en Alemania y en Polonia. • Imagen 1 • Imagen 2 • Imagen 3 • Imagen 1 - Mujer acusada de brujería, grabado francés del siglo XIX mostrando una mujer tomada por los brazos, con pesos atados a los tobillos; tres jueces están delante de ella y la interrogan. • Imagen 2 - Escena del proceso de brujas en Salem, William A. Crafts, 1876. Entre la muchedumbre y el estrado del juez, un niño tendido sobre el suelo sufre convulsiones; el abogado señala esto como una prueba de brujería. • Imagen 3 - Diferentes suplicios medievales, grabado alemán de 1508 presentando ejemplos de ahorcamiento, decapitación, mano cortada, oreja cortada, ojo pinchado, hoguera. 1.2.3 Época moderna 7 Una novedad y un punto de quiebre respecto de estos asuntos, tuvo lugar a inicios del siglo XX, cuando la egiptóloga Margaret Murray afirmó en The Witch-Cult in Western Europe (Oxford, 1921), que las descripciones y afirmaciones de las acusadas por brujería se referían a ritos reales, pues lo entonces llamado “brujería” tenía relación con una religión muy antigua, un culto precristiano de la fertilidad, que los jueces inquisidores catalogaban como una perversión diabólica. Para hacer tales aseveraciones, Margaret Murray se inspiró en las tesis defendidas en La rama dorada (1911) por James George Frazer. Si bien casi todos los historiadores de las brujas y de las brujerías piensan hoy día que los trabajos de Murray fueron no científicos y fundados en una manipulación voluntaria de documentos, a principios del siglo pasado esta tesis tuvo una gran difusión y repercusión, e incluso fue a la propia investigadora Murray a quien se le confió la redacción del artículo “Witchcraft” en la Encyclopædia Britannica.[39] Las brujas son presentadas desde una óptica relativamente más favorable y como menos peligrosas que antaño, en muchas de las obras de ficción que circulan hoy día, y los miembros y adherentes de la Wicca actualmente se presentan como herederos de un culto y de una cultura donde en su momento habrían estado enmarcadas las brujas del tiempo de las persecuciones. Uno de los primeros en querer rehabilitar a las brujas fue Jules Michelet quien les consagró un libro en el año 1862. El autor quiso desarrollar en ese escrito un « himno a la mujer, benefactora y a la vez víctima» (« hymne à la femme, bienfaisante et victime»).[35][36] 1.3 La iniciación de la bruja Michelet eligió allí presentar a la bruja como una rebelde y como una revolucionaria, al mismo tiempo que como una víctima, y así rehabilitaba o intentaba rehabilitar la imagen de la bruja en una época donde la misma estaba casi totalmente opacada y subordinada por la del diablo. En el libro citado, Michelet acusó directamente a la Iglesia de haber organizado la « caza de brujas» no solamente en el Medioevo, sino también en el correr de los siglos XVII y XVIII. Como en cierta medida era de esperar, en su momento hubo resistencias y dificultades para poder concretar la edición de este escrito, lo que naturalmente desencadenó un escándalo.[37] Michelet se defendió y respaldó su trabajo, afirmando que su libro recogía un escrito de historia y no una novela de ficción. Pero en su fuero íntimo y a pesar de las ideas positivas de este autor, éste jamás reconoció a las mujeres su derecho a la emancipación. Fue necesario esperar el surgimiento de los movimientos feministas de los años 1970, para ver claramente planteado este asunto de una manera más moderna y positiva. En efecto, los representantes de dichos movimientos se apoderaron entonces de la bandera de la emancipación, y reivindicaron esta cuestión como símbolo y emblema de su combate. Puede señalarse por ejemplo a la revista "Brujas" de Xavière Gauthier, donde se presentaron en forma fiel y en detalle « las prácticas subversivas de los movimientos feministas».[38] Según dicha relación, la iniciación a la brujería comienza desde muy temprano. Las brujas “maestras” sacan de sus camas por las noches a niños y niñas menores de cinco años, mientras sus padres duermen y los llevan volando al aquelarre. Si contaban lo que veían cada noche eran azotados por sus “maestras”. Una de sus ocupaciones era guardar los sapos de los que las brujas obtenían los ungüentos que, entre otras cosas, les hacían volar. En principio no se les obliga a que abjuren de su fe porque son demasiado pequeños, por lo que son simplemente presentados al demonio, pero cuando cumplen los seis años las brujas “maestras” los convencen para que renuncien a Cristo mediante golosinas y promesas de cosas fantásticas.[41] El antropólogo español Carmelo Lisón Tolosana W66