Periódico USS / Universidad San Sebastián Abril Nº15 | Page 4

Especial Humanidades Pág. 4 Edición Nº 15 / Abril 2019 “La reflexión filosófica debería ser una suerte de ADN de toda universidad” El director del Instituto de Filosofía, Dr. Eugenio Yáñez, plantea que una casa de estudios superiores que quiera ser exitosa y un aporte al bien común, no puede obviar las preguntas por su ser y quehacer; preguntas que no son técnicas, sino filosóficas. Y esa es parte de la labor que cumple la entidad que encabeza. L a Filosofía ha estado presente desde el nacimiento de las universidades en la Edad Media y más aún desde sus antecedentes remotos, como la Academia de Platón y el Liceo de Aristóteles. Las instituciones se han modernizado y tecnificado; no obstante, su componente fundamental, siguen siendo las personas: estudiantes, académicos y colaboradores conviven en sus aulas, por lo tanto, “la reflexión filosófica debería ser una suerte de ADN de toda universidad, habida cuenta de que su tarea primordial es la búsqueda desinteresada de la verdad entre profesores y estudiantes. Esta no se alcanza sin un diálogo interdisciplinario entre todos sus estamentos”, explica Eugenio Yáñez, Doctor en Filosofía por la Universidad de Osnabrück, Alemania, y director del Instituto de Filosofía, que nació en la Universidad en mayo de 2018 al alero de la Facultad de Psicología, con el “objetivo de cultivar la disciplina a través de la docencia, la investigación, la vinculación con el medio y la extensión, en diálogo interdisciplinario permanente y abierto con la fe, la ciencia, la técnica y la cultura, en pos de la formación de personas dispuestas a buscar y promover el bien, la verdad y la belleza”. El Dr. Yáñez, advierte, no obstante, que “la reflexión filosófica no solo concierne al Instituto de Filosofía, sino a toda la comunidad académica, porque una universidad –si quiere ser exitosa y un aporte real al bien del país– no puede soslayar u obviar las preguntas por su ser y quehacer, preguntas que son eminentemente filosóficas”. Es por eso que el Instituto ha ido creciendo: actualmente se compone de ocho profesores jornada completa y dos medias jornadas distribuidos en todas las sedes, y su labor se orienta hacia la llamada Filosofía Práctica, es decir, “pretendemos ocuparnos de los “asuntos humanos”, habida cuenta que, desde hace ya un buen tiempo y con honrosas excepciones, los filósofos se han desentendido de la realidad, y en ese contexto, filosofar se ha vuelto para algunos una actividad prescindible. Para nadie es un misterio que la filosofía trata de sobrevivir en los colegios, en las universidades, en el foro público, en el Ágora. Ella intenta mantenerse a flote, sorteando las inmensas marejadas posmodernas y No dejar de soñar, pero tampoco “vivir soñando” Para Yáñez es un deber transmitir a la juventud que “nunca debemos dejar de soñar, pero con los “pies en la tierra”. Es lo que los antiguos llamaban el cultivo de la Magnanimidad y la Magnificencia. Debemos pensar en grande, tener grandes ideales, pero debemos al mismo tiempo, disponer de los medios, incluso materiales, para alcanzar nuestros sueños. La filosofía realista nos enseña que in medio virtus, hay que buscar un sano equilibrio”. ¿Cómo le gustaría ver el país en 20 años más? “Aunque parezca una respuesta cliché, me gustaría que el Chile de 2040 fuese un país más humano, en el sentido fuerte de la expresión. Pero más aún, me gustaría que pudiéramos decir con orgullo que ese proceso de humanización se ha logrado gracias a la gran contribución de los miles de egresados de la Universidad San Sebastián, quienes, desde sus disciplinas, han ayudado, por ejemplo, a superar los grandes problemas que nos aquejan como país, entre ellos la pobreza, la corrupción, la violencia, la falta de solidaridad o la soledad. ¿Cómo han contribuido? Simplemente siendo buenos profesionales, buenos ciudadanos y más aún, buenas personas”, reflexiona el Dr. Eugenio Yáñez. de “posverdad” que amenazan con arrasar con todo atisbo de filosofía. Pero no debemos echarle la culpa solo al empedrado, los filósofos han engendrado a sus propios sepultureros. Afortunadamente en la Universidad tenemos la posibilidad de cultivar la filosofía sin esa camisa de fuerza ‘academicista’. Es por eso que el Instituto tiene sus puertas abiertas a toda la comunidad –académicos, estudiantes, funcionarios–, pues el diálogo y la interdisciplinariedad son consubstanciales al filosofar”, explica. Aporte de las humanidades Teniendo presente que “el académico está llamado a formar la inteligencia del estudiante para que sea capaz de descubrir la verdad, y a la vez fortalecer su voluntad para que persevere en la búsqueda del bien y en el rechazo al mal, y teniendo en cuenta que el académico está llamado también a abrir el corazón de sus alumnos a la solidaridad”, para el Dr. Yáñez las Humanidades juegan un rol fundamental en ese aspecto, considerando la a veces desmesurada importancia que se le asigna a lo técnico y lo metodológico en la formación profesional: “si por Humanidades entendemos una genuina preocupación por el hombre y su destino en vistas a su bien, éstas operan como una especie de antídoto frente al virus de la tecnificación. Por cierto, esto no implica negar el aporte de la técnica, incluso al interior de la vida universitaria. La historia, que al decir de Cicerón es magistra vitae, nos muestra que estamos bajo el imperio de la técnica, y ello se ha traducido en un lento pero creciente proceso de deshumanización”, explica. Yáñez añade que “el hombre contemporáneo es una especie de Prometeo desencadenado, que ha hecho de la técnica su dios. El humanismo cristiano nos invita a volver la mirada sobre lo esencial de la existencia humana, recordándonos que, sin la verdad, el bien y la belleza es prácticamente imposible alcanzar nuestro fin último que no es otro que la felicidad”. En este cambio de época las Humanidades tienen un tremendo desafío por delante. “Uno de ellos es precisamente restituirle al hombre su dignidad, amenazada de muchas maneras y desde muchos flancos”, apunta. Academia y ocio filosófico Según Yañez, una de las labores importantes del Instituto es impartir los “Curso Sello”, que hasta el momento son las asignaturas de Antropología, Ética y Filosofía Política. Sin embargo, acota, la reflexión filosófica va más allá de las aulas. Aficionado al cine, el Dr. Yáñez, ve en el séptimo arte una herramienta pedagógica, pues “hay gran cantidad de películas muy buenas que nos permiten reflexionar académicamente sobre las grandes preguntas humanas”. De hecho, plantea que le gustaría “que en un futuro no muy lejano tuviéramos en la Universidad algunas asignaturas transversales como “Cine y Antropología” o “Cine y Ética” para todas las carreras. Cuenta, además, que practica ajedrez desde los ocho años y que en algún momento alcanzó “un nivel de juego bastante aceptable”. Y aunque hace tiempo que no lo ha podido practicar regularmente, es un deporte “que ayuda mucho desarrollar una serie de habilidades que favorecen el estudio, como la concentración y el orden; y, además, ciertas virtudes como la prudencia, la fortaleza y la templanza”. Virtudes que se pueden cultivar realizando actividades complementarias a lo laboral o académico.