Por medio de la imaginación, cerramos nuestra mente al misterio que queremos pensar, ya que él podría ir corriendo de aquí para allá. Así, nada menos que uno encierra un pájaro en una jaula".
Después, en la segunda parte de la meditación, así vienen ya las consideraciones hechas con el fin de elevar nuestros afectos a Dios: "Que si vuestro espíritu encuentra el suficiente gusto, de luz y de fruto sobre alguna de las consideraciones, podéis ir pasando más adelante, haciendo como las abejas que no se quedan más tiempo en una flor que el que necesitan para encontrar y recoger lo que necesitan para fabricar la miel. Pero si no encontráis lo que deseáis en alguna de las consideraciones, después de haber estado un rato meditando y probando, pasar a otra; pero haced todo bellamente y simplemente en esta obra, obrar sin precipitación".
Por fin vamos siendo conducidos a los afectos y las resoluciones que forman la tercera parte de la meditación: "Cuando los afectos son sinceros, no hace falta multiplicar las palabras; la sensación y la impresión de dulzura entrarán suavemente en nuestro corazón,sintiendo sencillamente que es Nuestro Señor quien ha realizado el misterio" de su vida, allí donde nosotros estamos tratando de meditar.
Estas palabras de amor, "el las va diciendo con dulzura y bellamente, y a las almas las va introduciendo en el Corazón divino".
Y después de tomar las resoluciones sobre nuestra propia vida, se terminan estos simposium de coloquios amorosos con gestos de agradecimiento, de ofrecimiento y de oración.
Decía:
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3. Hay que ser pacientes