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Revista Pedagógicas
Bajo estas circunstancias, ¿Cómo responden los maestros a estos cambios que interrogan su función históricamente constituido y aceptado por generaciones de atrás? Para Brito, una de las respuestas consiste en un volver al pasado, “la nostalgia constituye una de las reacciones ante las evidencias de un programa institucional en declive que, en clave de los profesores, garantizaba el desarrollo del trabajo en un espacio seguro y estable” (Brito, 2010: 91).
Para el caso de los docentes bolivianos, los cuales expresaban nuestra frase inaugural, la situación es la misma. Detrás de esa frase se encuentra esa ansiada búsqueda del perdido reconocimiento social al estatus del profesor. Vale decir, existe un sentimiento de no reconocimiento del trabajo docente muy generalizado en el imaginario social. Es posible que el desarrollo de la función docente a lo largo de la modernidad este signada por esta falta de reconocimiento social, pero lo más evidente es que esa situación se agudiza en la actualidad. Retomando el análisis de Dubet, “el sentimiento de no reconocimiento puede explicarse con el empobrecimiento relativo de los actores […así…] el sentimiento de menosprecio sería resultado de la distancia entre lo imaginario del programa institucional y la índole del trabajo sobre los otros hoy en día” (Dubet, 2006: 368-369). “Hoy, a la escuela se le demandan muchas cosas, quizás demasiadas. Se le pide que enseñe, de manera interesante y productiva, cada vez más contenidos; que contenga y que cuide; que acompañe a las familias; que organice a la comunidad; que haga de centro distribuidor de alimentos, cuidado de la salud y de asistencia social; que detecte abusos, que proteja los derechos y que amplíe la participación social” (Dussel, 2006: 6).
"...Hoy, a la escuela se le demandan muchas cosas, quizás demasiadas..."