Pedagógicas 01 | Page 11

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Julio 2019, Número 01

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La otra situación tiene que ver con la relación entre las nuevas disponibilidades tecnológicas y la crisis de la transmisión por parte de los adultos (Dussel, 2010). En este mundo cada vez mas flexible y digitalmente permisible, la era adulta ha quedado en el pasado o bien, muy rezagada a la flexibilidad de los jóvenes, quienes se acomodan de mejor manera a estas nuevas situaciones tecnológicamente dispuestas. “Nuevos modos y lenguajes modelan formas de uso de la técnica y disparan otras tantas de apropiación pero, en cualquier caso, el dominio y cercanía a ellos es tanto más cercano y familiar para los jóvenes cuanto más lejano y extraño para los adultos” (Brito, 2010: 53). Esto “implica un desafío mayor para las instituciones tradicionales de transmisión de la cultura, como la escuela, para desarrollar estrategias y capacidades de intelección de este flujo de información, para volver a inscribir a los sujetos en una trama colectiva” (Dussel, 2006: 16-17). Se trata de que el maestro igualmente deba adaptarse a la dinámica de las nuevas tecnologías y, pueda utilizarlas en el contexto de la enseñanza. Lo anterior supone nuevos contenidos de aprendizajes a los ya caducos –en muchos casos— programas de formación docente.

En breves palabras: el trabajo y la identidad docente se encuentran en “continua invención”, a lo cual los maestros deben dar respuesta con el trabajo que día a día llevan a cabo.

4. Reflexiones finales: ¿Repliegue de la identidad docente?

Iniciábamos comentando que detrás de la frase “soy maestro normalista y además licenciado en…” es posible ubicar las coordenadas de un cambio profundo en la auto-identificación de los propios maestros. A las arraigadas representaciones del maestro, constituidas históricamente bajo un marco institucional sólidamente anclado en el Estado y la institución escolar, deviene en la actualidad nuevas situaciones que interpelan esa manera de concebir a la escuela, y por ende, el trabajo docente. Se trata de un cuestionamiento de la esencia misma de la identidad docente. El trabajo sobre los otros ya no se reduce –o al menos ya no tiene su impronta concluyente— en la “tarea de enseñar”. La sociedad delega y exige al maestro otras funciones más a la de enseñanza. La autoridad del maestro como poseedor del conocimiento a ser trasmitido entra en disyuntiva por la presencia de otros medios, no necesariamente provenientes y estrechamente afines al ámbito escolar, que se caracterizan por su versatilidad, muy afines a la juventud, que compiten con la tarea primordial del maestro.

¿Cómo responden los maestros a estos cambios que interrogan su función históricamente constituido y aceptado por generaciones de atrás?