Es presidente de la Academia de las Artes Escénicas, ¿cuál es su cometido en ella y cuál es el objetivo de la Academia?
El cometido de la Academia es la excelencia, el elevar las artes escénicas al lugar que le corresponde. La Academia no es una asociación más, sino que yo la enmarco por encima de todas las asociaciones donde se unen todas la profesiones que están en las artes escénicas: los autores, directores, productores, estudiosos de teatro, etc. Todos ellos se unen para elevar el nivel de las artes escénicas. Y digo que está por encima de las asociaciones gremiales, como son las asociaciones de directores de teatro o la fundación de productores de teatro, porque esta Academia busca la excelencia en todo momento y un reconocimiento de las artes escénicas por parte de la sociedad.
En la actualidad, está formada por 550 académicos de las diferentes especialidades, pues hay nueve especialidades, y de distintas Comunidades Autónomas. Es una Academia de España.
Fue el director artístico del Teatro Muñoz-Seca, es el actual director del teatro de Bellas Artes de Madrid, es también director gerente del teatro “La Latina” y director del Festival internacional del Teatro Clásico de Mérida. ¿Cómo lleva el trabajo ante estos teatros? ¿Hasta dónde podíamos hablar de su pasión por su labor?
Esa cantidad de cosas que dirijo, que cuando las escucho me apabullan, las puedo hacer porque tengo un gran equipo de gestión que me permite dirigir. Soy una persona que delego, aunque llevo un control férreo de las cosas. Delego en los equipos para que puedan desarrollar su trabajo porque, si no, sería imposible: si no hubiera un buen equipo de gestión sería imposible delegar. Y este gran equipo es el que me permite poder afrontar nuevos retos y, como todo está muy relacionado con el tema de las artes escénicas, lo que hago es disfrutar de mi trabajo, que a veces es más complicado y a veces lo es menos. Pero disfruto de mi trabajo. Y este o se hace con pasión o es muy difícil desarrollarlo.
Llega la dirección del Festival de Teatro de Mérida de la mano de Trinidad Nogales, Consejera de Educación y Cultura del PP, y ha continuado con el gobierno de Guillermo Fernández Vara del PSOE, ¿cómo valora este hecho poco habitual en el panorama nacional?
Por desgracia es poco habitual. La cultura hoy en día debería estar por encima de los intereses partidistas y creo que también la educación debería estar por encima de estos intereses partidistas porque así le iría mejor al país y a los ciudadanos puesto que, a veces, estos intereses hacen que no se pueda desarrollar bien ni la educación ni la cultura. Con ambos equipos yo he trabajado con entera libertad, esa fue la condición que yo puse al equipo tanto de Monago como al equipo de Fernández Vara, trabajar con libertad. Yo creo que eso ha permitido también que estos dos presidentes entendieran que la cultura está por encima de todo y que tenía que estar por encima de esos intereses partidistas y esto es lo que se ha conseguido, porque el Festival no es punta de las luchas partidistas de la Asamblea de Extremadura hasta el momento, no lo está siendo y creo que es un logro que la sociedad ha conseguido. Siempre he querido transmitir que el Festival de Mérida es un festival de los emeritenses, de los extremeños y de los españoles, pero es, además, internacional, pues cada vez tiene más presencia fuera de nuestras frontera. Debemos llegar desde lo local hasta lo global, y eso es un poco mi filosofía.
¿Cómo fue su entrada como director del festival y que sintió al hacerse cargo de la dirección?
Fue una gran responsabilidad, porque entré en el festival en un momento muy convulso y muy confuso por la deuda de 5 millones de euros que había, porque producir para el gusto de los espectadores no es fácil, porque me gusta creer que lo que hacemos les gusta al máximo número de espectadores. Intento presentar el máximo número de propuestas para que la gente cuando venga diga: “me han gustado una o dos cosas”, con eso ya me conformo y he conseguido el objetivo: el interés por una de las actividades que se han desarrollado. La cultura es tan subjetiva. Siempre pongo el mismo ejemplo: cuando tú estás viendo un cuadro y tienes al lado a una persona que está viendo el mismo cuadro que tú y dices que horror de cuadro y la otra persona que el cuadro es precioso; ambas cosas son legítimas porque los intereses de las personas son muy difíciles de controlar.