Sobre las mediciones de corrupción
Intentar recabar datos sobre actos ilícitos es una tarea detectivesca con
pocas posibilidades de alcanzar algún logro. Desde el punto de vista técnico de la recolección de los datos, la dificultad para medir la corrupción
como fenómeno reside en los problemas que supone recabarlos y, en los
casos en los que se dispone de ellos, muchas veces son poco fiables y engañosos (Andvig & Odd-Helge, 2001, p. 1).
El estudio de un fenómeno con estas características a través de la percepción de la ciudadanía nos remite a Bourdieu, quien en consideración
a los sondeos de opinión destaca tres aspectos: 1) no todo el mundo tiene una opinión acerca de todo lo que se investiga; 2) no todas las opiniones tienen el mismo peso y el hecho de acumular opiniones que no
tienen en absoluto la misma fuerza real lleva a producir artefactos desprovistos de sentido; 3) no hay consenso en los problemas que hay que
investigar, como parece desprenderse de las preguntas de las encuestas
(Bourdieu citado por Sánchez-Carrión, 2012). Así nos encontramos ante
un fenómeno que puede ser percibido de muy diversas maneras por parte de la población: desde el desconocimiento, pasando por su aceptación
complaciente, hasta su rechazo y criminalización. En términos de Sánchez-Carrión (2012), se trata de entender que las encuestas parten de
dos supuestos, uno técnico-estadístico frente a otro filosófico-político.
La composición de la muestra parte de un principio democrático según
el cual todos los individuos encuestados tienen el mismo peso (en similitud está la equivalencia una persona un voto). Sin embargo, en la realidad esto no parece ser así, pues el autor citado afirma que las muestras,
aun las que gozan de una mayor representatividad, no logran reproducir la estructura social en sus diferencias y desigualdades. Frente a personas (unidades de información) con diferentes niveles de educación y
de información, además de valores e intereses también diversos, está el
efecto del estímulo que puede producir la pregunta sobre las respuestas,
más aún en sociedades con poca vocación democrática, o en términos
popperianos, sociedades cerradas o con vocación de serlo.
Paradigmas, jul.-dic., 2014, Vol. 6, No. 2, 131-177
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