Intelectuales: entre un mapa de la cuestión…
debemos incorporar una tercera cuestión: la disputa por la legitimidad,
el campo semántico y el universo de referencia para el nuevo epíteto. Estos tres ejes atraviesan buena parte de los estudios sobre los intelectuales.
Altamirano reconoce los reparos contra la posible universalización
francófila, pero recuerda que el impacto del caso Dreyfus alcanzó a diversas comunidades nacionales y que Francia se encontraba en el sitial
de la cultura occidental hacia finales del siglo XIX, por tanto, el efecto
no es prescindible. Las recepciones en España (la célebre generación del
98, con Unamuno, Ortega y Gasset, entre otros) y en América Latina (en
especial a partir del Ariel de Rodó) son puestas en contexto por Altamirano como un modo de articular la dimensión universal de la discusión
con las apropiaciones desde espacios históricos, culturales y políticos
particulares. También repasa su uso relativamente tardío en Italia, las
zozobras del término en el contexto cultural británico y en la tradición
germana. Altamirano extrae algunas conclusiones en consonancia con el
programa de investigación sobre intelectuales, en especial la necesidad
de indagar las gramáticas de la vida cultural, la formación de las élites y
la historia (o las historias) intelectuales de las diferentes comunidades
más allá de la genealogía del término.
El capítulo II recupera el tercer nudo planteado en el antecesor: la
querella por el lugar del intelectual y su valía. La pregunta por el ser y el
deber ser del intelectual recupera el eje normativo del problema y reaviva las controversias. Una concepción difundida otorga a estos “seres del
pensamiento” un mandato en la polis, cuyo abandono es causal de acusación de traición. Esta deontología intelectua