Pablo Cazau
a cualquier tipo de ciencia siempre y cuando, claro está, la situación pueda ser provocada artificialmente para medir sus efectos. En particular,
su aplicación en las ciencias sociales ha sido estandarizada por diversos
autores ya mencionados, tales como Campbell y Stanley (1995), para disciplinas como las ciencias de la educación, y Selltiz, Mahoda, Deutsch y
Cook (1980), para la psicología. Ello no significa reducir las ciencias sociales a las ciencias naturales porque las primeras cuentan con otros modelos fundados en la comprensión y en el finalismo así que no tienen por
qué entrar en conflicto con la explicación causal. Por ejemplo, pueden
aplicarse los diseños experimentales para probar si los grupos humanos
ejercen influencia sobre las opiniones de sus integrantes, o para probar
si el método de enseñanza, la personalidad del docente y el horario de
las clases influyen o no sobre el rendimiento escolar.
Conclusiones
Ya desde sus albores, la humanidad ha intentado conocer y controlar cada vez mejor la naturaleza y a los demás hombres. Desde entonces
los procedimientos que ha ideado han sido cada vez menos precarios y
costosos en esfuerzo, tiempo y dinero, y cada vez más eficaces y económicos hasta desembocar en los actuales diseños experimentales que permiten descubrir y probar conexiones causales, que es la forma en la que
la ciencia clásica concibe el camino hacia el conocimiento y hacia el control de los fenómenos.
Del análisis de los diversos planteamientos sobre diseños experimentales propuestos a lo largo de la historia, se desprende que su evolución no fue ajena a la evolución de la idea de ciencia en cada época. No
resulta extraño, por tanto, considerar el incremento en la preocupación
por los diseños experimentales desde finales de la Edad Media y el Renacimiento, precisamente la época en que poco a poco surge la idea de
96 | Paradigmas, jul.-dic., 2013, Vol. 5, No. 2, 69-98