García & Belén
de gusto está más allá de todo interés, ya sea teórico como en el juicio racional, o práctico como en el juicio moral. Es finalidad sin fin que se agota en sí misma.
Para el filósofo de Königsberg( 1790, citado por Jiménez, 2002) en el ámbito de lo estético no existe una regla universal que determine qué objetos nos gustarán; pero, como las mentes humanas están construidas de un modo parecido, existen fundamentos para esperar que un objeto que guste a un hombre gustará también a otros. Por lo tanto, los juicios estéticos se caracterizan por la universalidad, aunque se trate de una universalidad sin concepto, es decir, que se resiste a que la defina cualquier tipo de reglas. Su no conceptualidad diferencia así la actitud estética de la cognoscitiva.
De la caracterización que ofrece Kant y la tradición que culmina en él, se desprende que el sujeto de la experiencia estética es un sujeto intrínsecamente espectatorial, contemplativo y desinteresado.
La concepción de público receptor, formulada en la Europa ilustrada por una burguesía en busca de un ciudadano culto y de buen gusto, magnifica la idea de contemplación y propone una relación de silencio respetuoso ante la obra y la apreciación casi mística del objeto más allá de todo interés. « Intimismo, idealidad, espiritualismo, e incluso misticismo, junto con una idea de pasividad o estaticidad, son los aspectos que confluyen en la categoría contemplación »( Jiménez, 2002, p. 148).
A partir de ese momento, y durante siglos, nuestra tradición cultural ha considerado que esas eran las condiciones ideales de acercamiento a las obras de arte, e incluso son las condiciones que se han intentado reproducir en los museos. Sin embargo, tal carácter espectatorial, contemplativo y desinteresado posteriormente ha sido discutido por ciertos intérpretes de la experiencia estética. Algunos han cuestionado la creencia en la autonomía de la esfera estética, en cuanto ámbito separado de su equivalente cognitivo.
Desde la filosofía analítica, Nelson Goodman( 1976) señala que las concepciones tradicionales han concebido « la actitud estética como una contemplación pasiva de lo inmediatamente dado, una aprehensión directa de lo presentado, incontaminada de toda conceptualización, marginada de todos los ecos del pasado, así como de todas las amenazas y promesas del futuro, ajena a toda empresa »( p. 243). Goodman( 1990) considera que la experiencia del arte es una manera de construir el mundo, que más que estática es dinámica. La producción y la
94 | ������������jul.-dic., 2011, Vol. 3, No. 2, �89-107