David Acosta
Desde luego estas dos alternativas son por demás extremas y defensivas; sin embargo, el argumento central del presente documento es que ninguna de ellas debe ser seguida. La primera alternativa es arrogante, al plantear tácitamente que la ciencia( y sus métodos) son los únicos poseedores y obtentores del saber; por su parte, la segunda es facilista, al pretender que el arte no necesita realizar ningún esfuerzo para investigar( diciendo que el arte siempre ha investigado a su propia manera).
Asimismo, al tratar de aplicar los modelos y herramientas tradicionales( de las ciencias duras) al campo estético-artístico, se traiciona a éste último al tratar de hacerlo encajar donde no debe, no puede y no quiere( lo que no quiere decir que necesariamente no deba, quiera o pueda, aspecto que trataremos más adelante); y al tratar de adoptar visiones simplistas e ingenuas de la investigación( como decir que investigar es simple y llanamente buscar información), se traiciona la naturaleza misma de ésta. Es más, si se utiliza una definición más“ suave” de investigación o una sin la suficiente estructuración, simplemente se corre el riesgo de que los proyectos que se desarrollen enfrenten aún más problemas( de los que ya tienen) para ser considerados como investigaciones dentro de la academia.
Detrás de estas posiciones( incorrectas desde nuestro punto de vista) se esconde el gran choque entre el arte y la ciencia: la primera crítica a la segunda por fría y alejada de la verdadera naturaleza humana y la segunda a la primera por no ser objetiva. En efecto, parecería un choque de opuestos, pero – hay que aceptarlo – también es un choque de egos: científicos negando lo artístico y artistas negando lo científico.
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Paradigmas, [ número especial ], 48-72( 2009)