Pandora. Revista escolar PANDORA 36 DIGITAL | Page 26
¿Cuál es el malestar que aqueja a las mujeres esta-
dounidenses?
Es la pregunta que se plantea Betty Friedan
cuando percibe en sí misma un malestar generaliza-
do e indescriptible. Sobre el papel, debería ser feliz:
está casada, es madre de varias criaturas y disfruta de
una vida cómoda con cierta seguridad económica; se
ajusta a lo que se entiende como la realización feme-
nina. Trabajando como periodista freelance Friedan
comienza un ensayo sobre este desasosiego entre-
vistando a más mujeres que admiten con vergüenza
sentirse vacías e irritadas con sus vidas sin tener claro
el porqué. Todas ellas se ajustan también a la idea de
la realización femenina sin embargo es innegable, el
‘malestar que no tiene nombre’ -como Friedan lo acu-
ña- está presente entre las mujeres estadounidenses
como una pandemia y los médicos y psiquiatras fallan
en diagnosticarlo y encontrar un remedio para él. Tras
analizar las descripciones del malestar, Friedan llega
a la conclusión de que no se sienten realizadas en el
papel de amas de casa, mujeres y esposas, de que desde
un fuerte sentimiento de culpabilidad desearían tener
algo más. En la misma reflexión, Friedan se pregunta
cómo tras la revolución feminista de las décadas ante-
riores las mujeres han vuelto a encerrarse en el hogar
en vez de seguir expandiéndose fuera de él. Decide
entonces centrarse en la imagen de la mujer en so-
ciedad: comienza a revisar publicaciones científicas,
anuncios, libros de autoayuda y revistas femeninas
para llegar a la conclusión de que tras el logro de la
emancipación femenina de las décadas anteriores -el
derecho a voto, el derecho a la educación, el acceso al
mercado laboral- se produjo un retroceso, una contra-
rrevolución sexual: después de conseguir el derecho
a salir al mundo, las mujeres han vuelto a confinarse
al espacio doméstico, rechazan participar en la vida
pública para asumir el papel de amas de casa. Friedan
señala entonces la educación en ‘la mística de la fe-
minidad’; un conglomerado de premisas tradicionales
sobre la feminidad que relegan a la mujer a su papel
tradicional y le impiden participar activamente en la
sociedad, y decide ahondar en la incorporación de
este discurso a las mujeres.
Pero, ¿en qué momento surge la mística de la fe-
minidad en la sociedad estadounidense? Es necesario
retroceder hasta la Segunda Guerra Mundial, cuando
las mujeres comienzan a trabajar ocupando los pues-
tos de los hombres que han marchado a la guerra,
mostrando -tanto a la sociedad como a sí mismas-
que son tan capaces como ellos. Comienzan a partici-
par activamente en la sociedad, se sienten realizadas,
tienen una identidad y una autonomía que las afirma
como individuos. Al acabar la guerra, con el regreso
de los hombres, se evidencia el problema: las mujeres,
emancipadas, no quieren volver a enclaustrarse en el
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papel de amas de casa, son conscientes de sus capaci-
dades y del desperdicio que supone no desarrollarlas.
La mística de la feminidad emerge para glorificar el
papel de la mujer ama de casa cuando las barreras que
la separaban de la plena participación en sociedad
habían sido derruidas, para hacerla sentir culpable de
no atenerse a su ‘rol femenino’. La glorificación del
‘rol femenino’ es proporcional a la reticencia de la so-
ciedad de tratar a las mujeres como seres humanos
completos.
Intentando enfrentarse a la mujer como sujeto
psicológico y antropológico, Friedan topa constante-
mente con la concepción freudiana. Freud concibe a
la mujer como un hombre incompleto, un ser fuera
de la categoría humana que existe solo en función del
hombre, para amarlo, satisfacerlo y seguir con su des-
cendencia. Acuña para ella la ‘envidia del pene’ como
su fuerza motora y la causa de su neurosis constan-
te, que solo se estabiliza cuando da a luz a un varón
y suple la falta de pene. Su fin superior es concebir
un varón, por lo que su satisfacción queda sujeta a su
función biológica. La feminidad se alcanza en la me-
dida en la que la mujer renuncie a los objetivos activos
propios para realizarse a través de los de su marido o
hijo. En la línea de Freud, la mujer por el mero hecho
de ser mujer y traer criaturas al mundo consigue la
misma satisfacción que los hombres en sus activida-
des intelectuales. La realización de las mujeres queda
sujeta a su biología mientras que la de los varones de-