Pandora. Revista escolar PANDORA 36 DIGITAL | Page 25

Por contra, la libertad entendida como independencia es un pensamiento ilustrado británico (aún vigente) que plantea que la libertad consiste en la no existencia de límites de acción para el individuo. Se parte de una sociedad que no es una comunidad, sino algo parecido a un conglomerado de átomos: se considera al indi- viduo como un “átomo social” independiente al que le convienen las acciones del resto, tanto las buenas como las malas; como afirmaría Bernard Mandeville en La Fábula de las Abejas (1714): “vicios privados, beneficios públicos”. La diferencia que existe entre las nociones es que el concepto de autonomía es el de una comunidad compuesta de sujetos morales inexistentes sin su co- munidad: un “yo” con contenidos, con capacidad de decisión y con experiencias que registra para crear una visión del mundo. Es capaz de conocimiento y conte- nidos morales que adquiere a través de una acción so- cial: la educación. Por otro lado, la base antropológica del pensamiento británico es un individuo, sin intere- sarse por sus contenidos morales. Su referente político es el Estado Liberal, caracterizado no por la ausencia de reglas pero sí por la escasez y flexibilidad de estas, lo que permite el libre intercambio económico y hace que el individuo, sean cuales sean sus decisiones y ac- ciones, genere beneficios económicos públicos. Así, a propósito de lo escrito por Rousseau, la profesora Ce- lia Amorós afirma que pertenecer a una comunidad es ser reconocido como un igual, ser reconocido como “ese otro” con el que se llega a acuerdos y que tiene el derecho de poder discutir y opinar y ser escuchado. Ser considerado como prioritario y no como secun- dario. A partir de ello, la profesora plantea que en la comunidad idealizada de Rousseau, y a lo largo de la historia, las mujeres han sido excluidas del círculo y del discurso, por lo que nunca han sido vistas como un igual a ojos de los varones, sino como idénticas entre sí. Nunca han estado a la misma altura. Sin embargo, Celia Amorós no fue la primera (ni será la última) en cuestionar el protagonismo masculino en la historia; un ejemplo anterior a ella es Simone de Beauvoir, au- tora feminista muy influyente tanto en su época como en la actual, que plantea una importante reflexión de género en los años cincuenta con su libro El Segundo Sexo (1949). En él habla del uso del genérico mas- culino (un genérico que es usurpado), al que, entro otras muchas cosas, llega a través de un análisis del lenguaje: sabemos que la palabra “antropología” se re- fiere al estudio del hombre, y es aquí donde comienza la reflexión de la autora. En griego, además de existir una palabra específica para referirse a “varón” (‘aner’) y a “mujer” (‘gyné’), existe una para “humanidad”, que es ‘anthropos’, y es la usada genéricamente para referirse al conjunto que forman ambos géneros, aunque no se incluyera a las mujeres en el discurso; mientras que en el castellano o en el francés usamos “hombre” como genérico, o el uso del masculino en las formas plu- rales. Refiriéndose a esto, Simone de Beauvoir habla de la apropiación del discurso tanto moral como legal e histórico por parte de los varones y cómo se han convertido en el centro de este; es decir, se han hecho con el poder de tomar la palabra, son quienes definen el mundo y hacen las leyes a su medida, basándose en una moral fundada en sus propias prioridades e intereses. Afirma que se han convertido en el sujeto absoluto, pasando las mujeres a ser el objeto de este y siendo lo humano descrito en masculino. Tradicional- mente, los mitos han sido forjados por los hombres, en los cuales las mujeres solo se han visto descritas. Simone de Beauvoir escribe que existe una asimetría entre géneros, ya que mientras que ellos tienen su pro- pio mito del héroe, ellas no son dueñas de sus mitos. No crean sus propios mitos porque para ello necesitan el poder de la palabra. En cierto sentido ayudan a los hombres a forjar su mito de héroe: al querer estos hacerlas más débiles, necesitan de la protección y la salvación de sus héroes. Creen en los dioses que ellos crean y obedecen las leyes que ellos obedecen y crean. Se las ve únicamente como instrumento para crear vida, por lo que son meros objetos sexuales, siendo imposible la misma visión de los hombres por parte de estas. En la misma reflexión de género, se sobreentiende por tanto que la moral de los varones es autónoma y la de las mujeres heterónoma: es decir, los hombres crean sus propias normas y a las mujeres se las imponen desde fuera, por lo que se afirma que la existencia de la mujer se define exclusivamente en torno a la del hombre. Así, llegamos a la cuestión: ¿puede una mujer conocer y comprender su estado de heteronomía o un varón su implicación en la prepotencia sin profundizar en la historia de las ideas? En mi opinión, aunque a día de hoy pueda bastar con ver el telediario o las redes para darse cuenta de una ínfima parte de lo que sucede, es necesario saber de dónde viene todo y comprender el origen para poder cambiar la situación. Patricia Serrano Ponce B1DC Pandora 23