Outlander Magazine Número 7 (marzo 2018) | Page 18

Gran Diosa, al igual que los druidas. Una de las más conocidas fue Tlachtga, hija del gran druida Mug Ruith, de la tradición druídica de Irlanda. También la gran Boudicca –reina de la tribu de los Iceni y una de las grandes fi- guras históricas de la resistencia de las tribus britonas contra la invasión romana- era hija de una druidesa, y algunos historiado- res la consideran una druidesa en su propia causa y por mérito propio, convertida en reina y guerrera solo después de que los romanos asesinaran a su marido y rey de los Iceni. Aunque en los escritos de los historiadores romanos se nos cuenta apenas muy poco sobre las druidesas, existen evidencias arqueológicas que demuestran que hubo druidesas que gozaron de un alto prestigio entre las tribus celtas, al igual que los druidas. El ocaso de los druidas Los romanos persiguieron duramente a los druidas, matando a muchos de ellos y destruyendo sus escritos y libros. El historiador romano Tácito nos relata la batalla de la isla de Ynys Môn (o Mona, actualmente Anglesey), en Gales. Ante la im- posibilidad por parte de los romanos de conquistar los territorios y las tribus occidentales de Britania, que se resistían a ser some- tidas al invasor en gran parte gracias al importante liderazgo de los druidas, los romanos marcharon hacia el oeste y llegaron hasta la isla de Mona, hogar sagrado de los druidas y lugar al que se estaban retirando las tribus celtas ante el avance romano. Cuando las legiones romanas llegaron al estrecho istmo de mar que separa Mona de tierra firme, las tribus y sus druidas se habían reunido en la orilla de enfrente, esperando al enemigo. El terror que sintieron los romanos al verles listos a resistir duró poco y pronto cruzaron el exiguo canal de agua hacia Mona. La masacre no conoce precedentes. En pocas horas, los legionarios romanos habían asesinado a todos los habitantes y refugiados de Mona sin distinción –druidas, guerreros, mujeres, niños, an- cianos-, habían destruido los lugares y objetos de culto de los druidas y habían quemado sus robles sagrados y borrado cual- quier huella pagana que quedaba a la vista. Aunque Roma tardó otros 20 años más en someter el occi- dente de Britania, con sus acciones en Anglesey los romanos rompieron el corazón de la resistencia tribal, y con la desaparición de los druidas de Mona, el pueblo perdió su fuerza espiritual im- pulsora. En otras regiones de Britania, los druidas corrieron la misma suerte que en Mona. El invasor romano persiguió y aniquiló el druidismo hasta no dejar ni rastro en Britania. Más al norte, en Caledonia (Escocia), y en la isla de Hibernia (Irlanda), los druidas estaban relativamente a salvo de los roma- nos, pero ahí muchos de ellos pronto se enfrentarían a otro peli- gro mucho más destructor: el avance del cristianismo. A medida que la nueva religión cristiana iba avanzando por las Islas Británicas, el druidismo fue perdiendo fuerza e influencia hasta desaparecer del todo. En algunas zonas remotas de Esco- cia e Irlanda, se man