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as señales son importantes.
Difícilmente podríamos vivir
sin ellas. Tenemos señales de
tráfico, para identificar mercados, indicar peligros como venenos, radiación, gases inflamables
o cables de alto voltaje, para encontrar destinos geográficos, o
simplemente para indicar direcciones en los aeropuertos o estadios de fútbol.
Las señales eran importantes también en el mundo antiguo, incluyendo la antigua nación de Israel. El
Dios de Israel le dio señales a su pueblo y las usaron para su beneficio.
Por supuesto, una de las más notables fue el arco iris después del diluvio de Noé. Otra fue el descanso del
sábado, en el séptimo día de la semana. Esta señal le fue dada a Israel
“para siempre”: “Guardarán, pues, el
día de reposo los hijos de Israel, celebrándolo por sus generaciones por
pacto perpetuo. Señal es para siempre entre mí y los hijos de Israel; porque en seis días hizo el Señor los cielos y la tierra, y en el séptimo día cesó
y reposó” (Éxodo 31:16-17).
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Algunos han pensado que particularmente la señal del descanso del sábado, dado a Israel, era tan importante que nosotros estamos hoy bajo
la misma obligación. Después de
todo, argumentan algunos, fue dada
“para siempre”. Así que, ¿por qué no
sería para hoy esta instrucción del
antiguo pacto?
Lo importante que tenemos que reconocer aquí es que lo que es eterno
se llama una “señal”. Pastores y
maestros cristianos a lo largo de la
historia le han dado gran consideración a las señales, ya que las encontramos referidas en el Antiguo y en el
Nuevo Testamento. Es extensamente reconocido e importante
comprender que el propósito de una
señal es señalar a algo, algo más
grande que la señal en sí misma. Por
ejemplo, cuando no vemos ningún
gato, la palabra “gato” dicha o escrita
refiere nuestras mentes a una clase
de animal en particular. Pensamos
en él, aunque no está enfrente de nosotros. Mucho de nuestro lenguaje
diario incluye el uso de señales para
indicar a algo que existe pero que
puede que no esté al alcance de
nuestra vista ahora. Podemos decir
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