nuestro “yo pecador”
Fuimos todos con Él al abismo de la
tumba y con Él fuimos resucitados a
la vida de una nueva humanidad.
El apóstol continúa: “Dado que fuimos unidos a él en su muerte, también seremos resucitados como él.
Sabemos que nuestro antiguo ser pecaminoso fue crucificado con Cristo
para que el pecado perdiera su poder
en nuestra vida. Ya no somos esclavos del pecado. Pues, cuando morimos con Cristo, fuimos liberados del
poder del pecado; y dado que morimos con Cristo, sabemos que también viviremos con él. Estamos seguros de eso, porque Cristo fue levantado de los muertos y nunca más volverá a morir. La muerte ya no tiene
ningún poder sobre él. Cuando él
murió, murió una sola vez, a fin de
quebrar el poder del pecado; pero
ahora que él vive, vive para la gloria
de Dios. Así también ustedes deberían considerarse muertos al poder
del pecado y vivos para Dios por medio de Cristo Jesús” (Romanos 6:511).
Entonces; ¿Quién murió en el calvario? La humanidad pecadora y
muerta ya espiritualmente. En ese
madero quedó la maldición que trajo
el pecado. “Y al hombre le dijo:
«Dado que hiciste caso a tu esposa y
comiste del fruto del árbol del que te
ordené que no comieras, la tierra es
maldita por tu culpa. Toda tu vida lucharás para poder vivir de ella”. (Génesis 3:17)
Y en la resurrección de Jesús, la huma nidad emerge viva, santa y sin
mancha.
Cristo merece toda la gloria por ese
gesto de amor divino.
Por Él tenemos una nueva familia, un
Padre amoroso como ninguno y la
seguridad de que nuestra vida será
para siempre en eterna comunión.
Gozamos y gozaremos en plenitud la
relación pericorética de Padre, Hijo y
Espíritu Santo.
Así que vivamos como corresponde a
un Hijo Amado de Dios, cumpliendo
el Gran Mandamiento y llevando a
cabo la Gran Comisión.
El bautismo representa nuestra crucifixión, sepultura y resurrección en
Cristo. Muertos al pecado ya no tenemos nada con Él; ahora en Cristo
vivimos una nueva vida.
“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu
fuerza y con toda tu mente” y “Ama
a tu prójimo como a ti mismo”. (Lucas
10:27)
Reflexionemos acerca de esta nueva
etapa de nuestra vida y el valor de su
gracia. La gracia de Dios ha sido derramada sobre toda la humanidad.
Así que, si este conocimiento ha
afectado su vida, ¿cuál será su respuesta?
“Por lo tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del
Hijo y del Espíritu Santo. Enseñen a
los nuevos discípulos a obedecer todos los mandatos que les he dado. Y
tengan por seguro esto: que estoy
con ustedes siempre, hasta el fin de
los tiempos»”. (Mateo 28:19-20). †
La muerte, sepultura y resurrección
de Cristo significa nuestra propia
vida.
Odisea Cristiana | Noviembre 2016
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