Odisea Cristiana Noviembre 2016 | Page 13

no me dejaba concentrarme en nada más que en la llegada del momento de comer. Respecto a esto, hace casi tres años se publicó en Odisea Cristiana (No. 45, octubre 2013) un artículo mío titulado El Ayuno Que Dios Escogió. En ese artículo, sin desacreditar el ayuno físico, enfatizo que un ayuno más provechoso que no comer es “que compartas tu pan con el hambriento, que a los pobres errantes albergues en casa, que cuando veas al desnudo lo cubras y que no te escondas de tu hermano” (Isaías 58:5-7). Por eso había yo dejado de practicar el ayuno físico. Sin embargo, solía recordar las palabras de Cristo: “Este género con nada puede salir, sino con oración y ayuno” (Marcos 9:29), y sentía que algo me faltaba entender respecto al ayuno. Aunque en este pasaje el contexto era la expulsión de demonios, yo entendía que igual podría aplicar para expulsar de nuestras vidas algo que nos perturbara y nos corroyera el alma (un resentimiento, un mal hábito, un vicio, envidia, codicia, etc.). Pero, ¿cómo? Me parecía claro que no era como decir: “Tengo este problema, voy a ayunar un día o dos y se resolverá”. No, con Dios no podemos hacer trueques, y yo sentía que había algo más. Y la respuesta llegó cuando una crisis reciente en mi vida, algo que me angustiaba respecto un ser querido, y sobre lo cual yo no sabía qué hacer, me sacudió y derribó mi alma hasta el suelo (no era la primera vez que me sentía abatido, pero esta vez Dios tenía algo nuevo para mí), y me hizo Odisea Cristiana | Noviembre 2016 sentir la NECESIDAD de ayunar. Porque el Espíritu Santo me recordó que “cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2Co 12:10). Y me recordó que Moisés, antes de recibir de Dios los diez mandamientos, ayunó cuarenta días (Éxodo 34:28-29), que Ester también ayunó en tiempos de gran crisis (de vida o muerte) para ella y para su pueblo (Ester 4:16), que David ayunó en medio de una severa crisis (2Samuel 12:15-17), que Daniel ayunó por tres semanas (un ayuno parcial) afligido por los pecados de su pueblo Israel que ahora vivía oprimido bajo el yugo persa, y anhelaba saber qué le deparaba el futuro a su pueblo (Daniel 9:3, 10:2-3), que Jesucristo mismo ayunó al principio de su ministerio (Mateo 4:2), y que Pablo relata que atravesó infinidad de tribulaciones “en muchos ayunos” (2Corintios 11:27). Y sintiendo mi espíritu en el suelo, empecé a ayunar… Todas las cosas tienen su tiempo, y para mí ya era tiempo de ayunar. Tal vez no sea tiempo de que tú comprendas cuan relevante es el ayuno para tu peregrinar cristiano. O tal vez tú ya lo habías comprendido. O tal vez ya empiezas a comprenderlo. Sea como sea, estas reflexiones te pueden ser de provecho. Pero si no estás experimentando angustia, si no te sientes pecador, si no te sientes débil, frágil o impotente, si no sientes que no sabes que hacer… lo más probable es que no vas a sentir necesidad de ayunar porque no vas a sentir una profunda e intensa 13