Obituario | Page 28

Viento En medio de la hilera de árboles pude escuchar como acariciabas sus diminutas hojas, te compadecías de su verdor que se tornaba más opaco con el contacto de cada nervio de tus huellas. Las secas, así como el sol se seca por la presión inevitable del cielo y el horizonte sin ninguna opinión al respecto. El tronco de los pinos y los abetos y los robles y hasta de los yucatecos del mesquite y el palo fierro se ennegrece y arruga como la cara de todos los hombres y las manos de todas las mujeres. De ellos extirpas cualquier señal de vitalidad porque tú la necesitas para continuar con los ciclos de tus suspiros inclementes y las tormentas de tus pesares. Arráncame ya, como lo harás con la expansión de tus pulmones en un grito que este sendero endeble no puede tolerar, apenas si podrá agarrarse de cualquier terrón de basura malenterrada entre las uñas de la corteza terrestre, sin posibilidad de escapar a las coníferas; las piedras extasiadas y mudas me reventarán los huesos, más débiles que cualquier pino, olmo, acebo y terminar con todos mis hermanos malherido muerto a un lado de la tundra. 28