Viento
En medio de la hilera de árboles
pude escuchar como acariciabas
sus diminutas hojas,
te compadecías de su verdor
que se tornaba más opaco
con el contacto de cada nervio de tus huellas.
Las secas, así como el sol se seca
por la presión inevitable del cielo
y el horizonte
sin ninguna opinión al respecto.
El tronco de los pinos y los abetos y los robles y hasta de los yucatecos
del mesquite y el palo fierro se ennegrece y arruga como
la cara de todos los hombres
y las manos de todas las mujeres.
De ellos extirpas cualquier señal de vitalidad
porque tú la necesitas para continuar
con los ciclos de tus suspiros inclementes y
las tormentas de tus pesares.
Arráncame ya, como lo harás con la expansión de tus pulmones
en un grito
que este sendero endeble no puede tolerar,
apenas si podrá agarrarse
de cualquier terrón de basura
malenterrada entre las uñas de la corteza terrestre,
sin posibilidad de escapar a las coníferas; las piedras
extasiadas y mudas
me reventarán los huesos, más débiles que cualquier pino, olmo, acebo
y terminar con todos mis hermanos
malherido
muerto
a un lado de la tundra.
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